
Dijo Rubén Baraja (362 partidos, 58 goles en el Valencia), tras la derrota contra el Atlético: «Esta no es nuestra Liga, hay que asumirlo» y le cayeron palos por verbalizar una opinión que al valencianismo no le gusta escuchar. No tanto porque no sea verdad sino porque descubre en público las vergüenzas de un proyecto menguante.
Ha dicho Mista (195 partidos con el Valencia, 52 goles) que estaba d
e acuerdo con
Baraja
. Que este «no es un
Valencia
reconocible» y que «está a años luz del
Atlético
«. Y recibió críticas porque entendían que justificaba la teoría de su amigo.
Ha dicho
David Villa
(
225 partidos
,
129 goles
en el
Valencia
) que desea que el máximo accionista «defienda los intereses del club y el
Valencia
vuelva a ser el equipo y el club que ha sido siempre». Y también le afean que no haya estado más contundente contra
Peter Lim
.
Ha dicho
Fernando Gómez
(
420 partidos
con el
Valencia
en
Primera
,
128 goles
) que «el tiempo de
Peter Lim
ha terminado», pero que a él no le escucharemos «una declaración agresiva en contra de él o
incluso hacer un vídeo como hizo
Mario Kempes
para hablar de lo mal que estamos y que se vayan ya y todas estas cosas». Y también le han atizado por no ser más agresivo o por desmarcarse de otra leyenda del
Valencia
.
Se trata de un
caldo de cultivo perfecto
para que en el club y en la propiedad sigan
eludiendo sus responsabilidades
, incluso con la peligrosa situación en la que ha empezado a caer el equipo.
A
Baraja
, como técnico, hay que
exigirle que mejore los resultados del equipo
, por descontado. Pero no imponerle el modo en que expresa un diagnóstico. No es que sea intocable como entrenador, que ninguno lo es, ni siquiera por su condición de leyenda como futbolista, pero su autoridad – como la de
Mista
,
Villa
,
Fernando
,
Kempes
o incluso
Cañizares
, mucho más contundente y frontal contra
Peter Lim
– le legitima aún más en su responsabilidad como entrenador.
Los
ejecutivos del club
lo vienen reconociendo públicamente desde hace meses utilizando circunloquios infames como
‘constricciones económicas’
o ‘planes de sostenibilidad’. Por eso hay que darle valor a que el entrenador, que es el portavoz de facto del club, exprese la realidad abiertamente. Por
si a alguien se le olvida
en algún momento. A las otras leyendas, por ejemplo,
nadie se lo tiene que recordar
.
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