Como a otros muchos futbolistas, la oportunidad a Matías Arezo le llegó demasiado pronto. Siendo prácticamente un adolescente, el Granada apostó fuerte para hacerse con sus servicios, confiando en que se pudiese convertir en uno de los pilares del nuevo proyecto, un anhelo que distó mucho de una realidad en la que el punto uruguayo no pudo desplegar todo su potencial como rojiblanco.
Tras un inicio frustrante, se tomó la decisión de ceder al delantero a Peñarol, para que siguiese madurando en un entorno menos exigente. Un cambio de aires que revitalizaron al punta charrúa, que desde que retornó a su país no ha dejado de hacer goles, firmando una producción ofensiva sobresaliente.
En sus primeros meses, Arezo perforó la portería rival en diez ocasiones. Ahora, en el torneo Clausura ya suma seis dianas en media docena de encuentros, demostrando que su voracidad goleadora sigue intacta. Con este rendimiento, el de Montevideo se ha convertido en un ídolo para la afición de Peñarol, que no quieren ver partir al ariete.
La cesión de Arezo concluye el 31 de diciembre, momento en el que el delantero tendría que retornar al Granada. Sobre el papel, con Famará y Weissman lejos de ser unos recambios de garantías para Boyé, la vuelta del uruguayo a Los Cármenes se antoja como un regalo navideño inmejorable para Paco López, que añadiría un recurso utilizable para reforzar la delantera.
A pesar de que para el conjunto andaluz la operación llegaría en el momento oportuno, Arezo aún no conoce las intenciones reales del club granadino, como él mismo reconoció en su país. La realidad es que el delantero ha vuelto a disfrutar del fútbol en Peñarol y todo apunta a que vería con buenos ojos continuar medio año más en Uruguay, aunque la última palabra la tendrá el Granada.