Me cuesta tener empatía con los árbitros. Que la vocación de alguien sea representar la autoridad escapa del radio de acción de mi entendimiento. Y algunos (ya sé que not all colegiados) lo ponen fácil despachando los partidos con una actitud chulesca, como si en lugar de pito y tarjetas de colores llevasen placa y porra. Pero es difícil no sentir aunque sea un ramalazo de compasión cuando les d
ejan vendidos como les ha pasado estos días.
En
Pobres Criaturas
hay una escena en la que
Bella Baxter
(el personaje de
Emma Stone
) aprende que las personas no son buenas y no se ayudan entre sí. Si los árbitros aún no habían llegado a esa lección de la vida, que imagino que sí,
lo de esta semana les ha debido quitar cualquier duda
. Hay alguien muy cercano a ellos, tanto como para tener sus conversaciones privadas grabadas, que les ha traicionado.
Filtrar unos audios que no deberían haber visto la luz
es un acto feo
. No el hecho de publicarlos, porque esos audios sí tenían un valor periodístico tras una tormenta de las gordas. Pero que un compañero (sea de profesión, de cabina VAR o de retransmisión) les exponga a mala idea,
es para que se planten hasta que se encuentre al responsable
.
Si lo quieren encontrar, que imagino que sí. Que también nos podemos imaginar la investigación como el monólogo de Gila,
con Medina Cantalejo paseando por los pasillos de Las Rozas diciendo «Alguien ha filtrado a alguien, alguien es un traidor».
A este paso
algún Guardia Civil se empadrona en la sede de la Federación
. Entre unas cosas y otras van a ser como el parroquiano que entra en un bar y antes de pedir nada ya tiene en la barra
su café y sus dos tostadas
.
Los árbitros están a un paso del ludismo
. Todas las herramientas que han ido llegando para facilitarles el trabajo se han vuelto en su contra.
El VAR destapa que cada jornada cometen decenas de errores que deben ser corregidos
. El pinchazo al pinganillo les ha quitado naturalidad en sus conversaciones sin que sus decisiones queden mejor ante el público, que se supone que esa era la idea.
Ni siquiera las líneas del fuera del juego son claras
, que un día va a coger uno en la sala VOR y le va a decir al de campo: «Pues yo qué sé, pues muy justo, nos tendremos que creer la línea».
Quizás la próxima patada al monitor no la dé un futbolista.
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