No sé si lo conocen pero, si no, lo tienen en este enlace. Ha sido noticia que un equipo de fútbol de la regional madrileña, de categoría cadete (chavales 15 y 16 años) ha sido expulsado de la competición por agresión de varios de sus jugadores al árbitro -que era, como ellos, otro chaval de 16 años– al que se llegó a perseguir hasta el vestuario. Su presidente ha sido inhabilitado por un año por infracción muy grave. Y algunos de sus jugadores van a pasar bastante tiempo, y a Dios gracias, sin poder jugar al fútbol oficialmente.
Quizá hayan sido más noticia las sanciones de centenares de partidos que el hecho de que en un campo de fútbol modesto hayan pegado a un chaval. Como dijo una persona relacionada con estos hechos, «estas son cosas que pasan cuando el arbitraje no es a gusto de todos«, lo que señala que para cierta gente esto es normal o aceptable, vayan ustedes a saber. El caso es que los brazos ejecutores han sido esta vez sancionados, pero quizá debamos reparar en si esto es un resultado del machaque constante con los árbitros, con el VAR, con los partidos robados y con las intencionalidades.
Cada día, cada semana, dicho por protagonistas, por las llamadas ‘gentes del fútbol’, jugadores, entrenadores o dirigentes, amplificado por los medios de comunicación y a veces con colaboración de algunos de sus personajes, que también son gentes del fútbol en la medida que se implican en él, el runrún se difunde, crece, va entrando por todas partes. Se va mezclando con la identidades personales confundida con los propios colores, con la mística esa de ganar a cualquier precio y con «al contrario, písalo» que dijo Bilardo, que no hizo más que expresar un sentimiento normalizado en ciertos ambientes. Al contrario, písalo. Y el árbitro, en la medida que con razón o sin ella te impide ganar, también es un contrario.
El caso es que todos esos vientos sembrados por algunas gentes del fútbol (y de la prensa) son casi anécdota, son folklore, en los muy seguros campos profesionales. Pero esos vientos sembrados, que no les van a afectar a ellos, crean tempestades que acaban recogiendo chavales en campos modestos, en los que no hay vallas. En los que no hay fuerza pública y están al alcance de cualquier energúmeno. Y los pegan. Para ellos todos los partidos son de alto riesgo.
La verdad es que no sé como sigue habiendo árbitros de fútbol.
P.D. Cinco días después de los hechos, y uno de la sanción, no he oído a ningún árbitro de renombre expresar siquiera su solidaridad con el chaval agredido.