Me gusta el fútbol desde que tengo uso de razón. Me gusta por mi padre, que viste la camiseta del Atlético de Madrid como si hubiera nacido en la capital y me llevó con solo tres años a ver al Osasuna, cuyos colores visto yo ahora con pasión. Me gusta por mi hijo, al que acompaño a jugar y arbitrar en Pamplona siempre que puedo. Y, sobre todo, me gusta por lo que me hace sentir cuando voy al campo y me sube la adrenalina por el cuello, esa que solo conocen los que viven cada penalti, cada lesión o cada tiempo de descuento como si fuera el último.
El deporte, el fútbol en particular, es un potentísimo altavoz. Lo es para lo bueno, pero también para lo malo. Es capaz de brindarnos las mejores imágenes de compañerismo, pero también mostrarnos, en prime time y con una audiencia de millones de personas, discursos que ningún amante del fútbol debería permitir. Insultos o cánticos que usan el racismo y la xenofobia como arma arrojadiza o forma de desahogo.
Desde Samuel Etoo a Nico Williams, son muchos los deportistas que han sufrido este tipo de comentarios dentro y fuera del campo. Y no es algo que se circunscriba al fútbol, como bien saben nuestros representantes de España en los Juegos Olímpicos. La atleta gallega Ana Peleteiro fue generosa y contundente denunciando los ataques que ha sufrido este año, y debemos agradecérselo. No hay medias tintas cuando hablamos de racismo. Si en algún momento hemos sido tibios o meros espectadores, eso se acabó. No basta con condenar, hay que actuar.
Como ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, me siento orgullosa del acuerdo histórico que hemos alcanzado con LALIGA para este fin. Para unir la fortaleza de la administración del Estado y de una plataforma de entretenimiento fundamental con el objetivo de luchar contra el racismo desde el deporte. El convenio que acabamos de firmar supone una iniciativa ambiciosa para abordar este problema desde varios flancos.
Uno de los más importantes es que, a partir de ahora, Ministerio y LALIGA compartiremos una sofisticada herramienta de monitorización de discurso de odio en redes sociales. Nuestra experiencia, gracias a los años de trabajo del Observatorio del Racismo y la Xenofobia, unida a los avances tecnológicos de LALIGA, lograrán que la acción contra este tipo de mensajes sea más eficaz y extensa.
Les voy a dar algunos datos para entender la envergadura de lo que estamos hablando. Solo en septiembre, con la monitorización modesta que hemos llevado a cabo desde el OBERAXE, hemos identificado que el 48% de los contenidos reportados son agresivos explícitos, el 26% incitan a la violencia con amenazas directas o indirectas, y el 13% promueven la expulsión de las personas de origen extranjero. De todos los que denunciamos a las plataformas, solo se ha retirado el 10%.
Una prueba de que el compromiso de representantes públicos, sociedad y plataformas puede ser mucho mayor.
El convenio entre el Ministerio y LALIGA también incluye materiales divulgativos para las nuevas generaciones. Debemos, de manera urgente, redoblar esfuerzos entre los niños y los jóvenes para erradicar la violencia y el odio en el deporte. Como he dicho antes, lo hago con mis hijos en mente. Para que puedan disfrutar de una de sus pasiones en un ambiente sano, tolerante e inclusivo. No cedamos ni un milímetro consintiendo actitudes en el deporte que no permitiríamos en ningún otro ámbito.
Y, en ese sentido, quiero hacer un llamamiento a los representantes públicos. Nuestra actitud debe ser ejemplar y responsable en los estadios, pero también en la arena política, porque lo que decimos desde las tribunas tiene un efecto multiplicador en la ciudadanía. Yo tengo claro que no voy a quedarme impasible ante ningún insulto racista, ni en un campo de fútbol ni en el Congreso de los Diputados.
Una sociedad democrática y madura no puede permitir que este tipo de discursos intoxiquen nuestra convivencia. Porque, además del enorme ataque a la dignidad de las personas y a los derechos humanos que suponen, estos discursos de odio también merman nuestro talento.
El talento es lo más importante que tiene una sociedad. Eso el futbol lo sabe bien. El talento es la capacidad de las personas de hacer cosas extraordinarias, procedan de donde procedan, y lo que nos convierte en un equipo ganador. En definitiva, lo que nos hace un país próspero.