
No se había escrito todavía el capítulo más escandaloso del insólito beso que Luis Rubiales, presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), le dio a Jenni Hermoso en la celebración del título mundial en Australia.
El hecho, que ha generado rechazo mundial y que incluso es investigado por la comisión de disciplina de la FIFA, ahora resulta que es responsabilidad de la futbolista, según la absurda e inesperada explicación del agresor sobre lo que ocurrió en la cancha en medio de los festejos.
«Me cogió por las piernas, no recuerdo, me levantó del suelo y al dejarme de nuevo, ella fue la que me acercó a su cuerpo, nos abrazamos y le dije ‘olvídate del penalti, has estado fantástica, sin ti no hubiéramos ganado el Mundial. Ella me contestó ‘eres un crack’. Yo le dije ¿un piquito? Ella me dijo ‘vale’. Fue el piquito, durante el proceso con manotazos en mi costado, y ella se fue riendo, esa es la secuencia de todo», dijo en la asamblea extraordinaria de la RFEF en la que se esperaba su renuncia.
En una actitud arrogante, a los gritos en varios momentos de su declaración, añadió: «Me siento ridículo teniendo que justificar… Todo el mundo sabe lo que pasó, qué coño hacemos intentando volver a explicarlo».
Lo insólito es que los miembros de la Asamblea terminaron aplaudiendo sus inesperadas acusaciones y respaldándolo, mientras la sociedad española insiste en su salida y hasta el propio presidente exige que su dimisión tras el escándalo mundial que generó su exagerada reacción en el festejo del título.
Sobre ese señalamiento, ha dicho Rubiales que en su caso «no se trata de hacer justicia sino que se está cometiendo un asesinato social», y que el sentido del beso «es el mismo que les hubiera dado a mis hijas».
No se ha escrito, en todo caso, el último capítulo de esta historia, pues ahora la presión podría generar inesperadas consecuencias judiciales. La factura del acto de machismo de Rubiales todavía sigue pendiente.