La afición del Celta, con un comportamiento sobresaliente durante todo el año, aguantó quince jornadas con apenas nueve puntos o el no presenciar ninguna victoria en Balaídos de los suyos, hasta que su capacidad de hartazgo desbordó.
El equipo y Rafa Benítez fueron despedidos con silbidos del encuentro ante el Cádiz y en el caso del técnico con los primeros gritos de dimisión. Ni su importante currículum y buen talante aguantaron el enésimo traspié de su equipo.
Y por encima de ellos, un clamor. El aficionado del club vigués no entiende como Luis Campos, con su cero implicación en el proyecto, será el responsable de gestionar el mercado invernal. El asesor deportivo parece sentenciado a final de temporada pero antes puede enviar al Celta a Segunda división, en el año del centenario.
El Celta sigue apostando por aguantar a Benítez
Mientras, desde el club se sigue apostando por aguantar a Rafa Benítez en el banquillo, conscientes que los últimos entrenadores fueron cesados en el cargo con números muchísimos mejores que los del técnico madrileño. No se quiere dilapidar una apuesta tan fuerte y convencida, cuatro meses después de arrancar con la misma, pero es evidente que la confianza ya no es la misma y que el discurso empieza a evidenciar síntomas de agotamiento que sólo se pueden frenar con un radical cambio en los resultados. Sólo estar en Navidad fuera de descenso puede evitar decisiones drásticas.
A su vez, a nadie se le escapa que el Celta no puede cesar a Benítez en el cargo, salvo una importante negociación previa. Su desorbitada ficha, para una economía como la del Celta y con tres años de contrato, es inasumible de ser finiquitada por la parte contratante.