Para un delantero, el gol es el combustible que surte de energía a su juego y Lucas Boyé llevaba demasiado tiempo sin perforar la portería rival, una sequía de siete meses a la que el argentino puso punto final contra el Alavés, quitándose un pesado lastre de encima con un cabezazo inapelable.
El de San Gregorio comenzó el curso con acierto, sumando tres dianas en sus primeros cuatro encuentros como rojiblanco, una tarjeta de presentación que hacía presagiar una temporada brillante para Boyé en Los Cármenes, pero su efectividad se evaporó, dando paso a una travesía por desierto para un goleador como él.
Boyé celebró su último tanto el pasado 23 de septiembre ante el Betis. Desde entonces, han pasado siete meses y 23 jornadas en las que el punta no había podido celebrar un tanto propio, una falta de efectividad que había afectado de forma negativa en el equipo, al que en las últimas semanas le estaba costando un mundo marcar, necesitado de los goles de su delantero titular.
A pesar de esa prolongada sequía, Boyé fue indiscutible para Paco López, así como para Alexander Medina, una confianza que se ha prolongado con Sandoval, que también le ha otorgado galones al argentino, capaz de ser pieza fundamental en el engranaje ofensivo de los nazaríes aun sin estar fino de cara a la portería rival.
Con el logrado ante los babazorros, Boyé ya suma cuatro tantos en lo que va de campaña y, con varias jornadas por delante hasta la conclusión del campeonato, se acerca a los siete tantos, cifra que supone su mejor marca en Primera División y que repitió en sus tres años en el Elche.