Toda vez que el Sevilla ha agarrado con las dos manos la permanencia de forma virtual, con su segunda racha importante en la segunda vuelta, con diez puntos de doce posibles, las miradas se han alejado del presente y se han colocado en el futuro más inmediato, que no es otro que preparar una nueva temporada (en Primera), con objetivos menos ambiciosos en lo deportivo (hay que rebajar el coste de plantilla sobre un 35%) y una exigencia que no se rebajará un ápice. Por todo ello, la gran decisión que deben tomar en el Sánchez-Pizjuán corresponde al banquillo. Quién debe ser el entrenador del próximo proyecto. Un técnico más cercano al gusto de la Dirección Deportiva, es decir, una apuesta; o, en cambio, continuar con la persona que le ha sacado las castañas del fuego al Sevilla y conoce los pormenores de una plantilla que debe cambiar, los perfiles que necesita la plantilla y qué jóvenes del filial pueden ser útiles para completar un plantel rejuvenecido y más barato. Es decir, Quique Sánchez Flores.
Comenzando por el final. Las dos personas que van a decidir el futuro entrenador son Víctor Orta y José María del Nido Carrasco, presidente del club. O más bien, uno propondrá perfiles y nombres, para que la decisión final corresponda a quien ocupa el sillón presidencial, que ya ha experimentado en sus propias carnes lo que es iniciar un proyecto sin estar plenamente convencido del paso a dar. Les ha pasado con Lopetegui en su último año y con Mendilibar. El problema es que ahora tampoco las tienen consigo en los dos caminos que puedan trazar. El continuista o el rupturista. Cualquiera puede estallarles en la cara al inicio de la siguiente temporada. Seis cambios de banquillo en los dos últimos años pesan demasiado.
La idea original de Víctor Orta, incluso cuando firmó a Quique en diciembre, era la de colocar en el banquillo para la siguiente temporada a un entrenador joven, con un pensamiento más moderno y que venga de trabajar con jugadores de ese perfil, es decir, encontrar un Xabi Alonso en el mercado. Raúl González es muy de su gusto. De momento se quedará en el Castilla, aunque han puesto su nombre encima de la mesa y se está valorando. Hay otras opciones libres, como la de Jagoba Arrasate, con el que el Sevilla no ha sentado, sólo tanteado si estaría disponible, por meterlo o no en la lista de futuribles. Hay otros no nacionales también del gusto del director deportivo, aunque la experiencia con Diego Alonso le ha restado crédito. Hay verdadero pánico a equivocar este nuevo tiro. Y es comprensible.
¿Qué sucede con Quique?
Hay voces dentro del Sevilla, no las que deciden, que avalan la continuidad de Quique. La temporada que se avecina está lejos de ser un proyecto ilusionante, sino el año de poner las bases del futuro mientras se sigue desmembrando la señalada de malos modos «herencia recibida». Nuevamente el trabajo consistirá en dar salida a jugadores con contratos altísimos y demasiados años firmados. Esa revolución necesita un jefe en el banquillo que la acepte y guíe, considerándose a Quique un entrenador que ha sabido cómo llegar a la plantilla y que, incluso, le ha dado su sitio a los jóvenes de la casa en una situación de extrema gravedad. Sería el movimiento más lógico y sencillo. El problema aquí es que han filtrado que no estaban convencidos, más aún cuando los resultados han dado la espalda, y esa sensación de patada hacia adelante acompañaría esta elección.
De todo modos, con el contrato en la mano, con las condiciones firmadas hasta 2025, sin quedar entre los diez primeros no se renovaba de forma automática. Debían ambas partes aceptar la continuidad. Nadie quería atarse a medio plazo. Ni club, ni tampoco el propio entrenador. Porque fuera de la decisión del Sevilla está la de Quique. El madrileño tenía verdadera ilusión por dirigir al equipo de Nervión, por desesperada que fuese la situación a su llegada. Ha conseguido remontar el vuelo y ahora está conectando incluso con la grada. Sabe que el proyecto 24-25 viene envenenado, habiendo puesto las cartas encima de la mesa en cuanto a su forma de trabajar. Él también quiere saber hasta dónde tendría las manos libres o no. No se fía al 100%. Posiblemente, ni al 50%. El Sevilla debe decidir. También Quique. No están condenados a entenderse porque sólo han sido capaces de hacerlo con las victorias. Al menos están de acuerdo en lo relevante. Futuro incierto en el banquillo del Sánchez-Pizjuán.