
Para qué vamos a discutir a estas alturas ya, con la cantidad de lecciones que hemos recibido desde que se conociera que el Atlético-Real Madrid se jugará el domingo 29, tres días después del último compromiso rojiblanco (a domicilio), cinco después del último compromiso blanco (en casa).
Bien puesto y punto.
Fue el pasado sábado, curioso día, cuando se conocieron los horarios de la sexta, séptima y octava jornadas de Liga, a disputar en el primero de los casos apenas en dos semanas, no vaya a ser que al hincha le dé por organizarse para ir al estadio, o peor aún por viajar, como si a estas alturas no hubiera quedado claro que donde se le requiere es delante de una pantalla, pagando lo suyo por el que se autodefine como mejor campeonato del mundo.
La indignación de la masa social del Atlético llegó por doble vía, conviene recordarlo, porque mira que se han recibido respuestas… pero curiosamente todas dirigidas hacia lo mismo: tan molesto estaba el personal con el famoso derbi como con el hecho de que todos los partidos de su equipo en el Metropolitano se jueguen a las 21.00 o 21.30, ergo finalicen a las 23.00 o 23.30, con lo que eso supone teniendo en cuenta que miles de abonados viven a cientos de kilómetros, que el día posterior casi siempre es laborable (extraña predilección por los domingos) y que nos referimos a un estadio cuyos aledaños aún cuesta abandonar más de la cuenta. De eso, ni mu. Porque ahí no anda implicado el muerto del entierro, la novia de la boda o el niño del bautizo.
Atendamos pues al famoso duelo con el eterno rival, en primer lugar para reflejar, eso también se olvida, que, molestando que el beneficiado sea el que es, tantos o más palos se dirigían hacia la propia Liga o, importante esto, hacia el propio Atlético. Por otorgar callando y por el hecho de que ni siquiera ocupar una vicepresidencia precisamente en la patronal futbolística sirva para participar en la confección del calendario. A estas alturas se ha movido entre bambalinas dejando claro que la función era absurda, faltaría más, pero en el escenario no se ha oído una sola palabra procedente del club.
Así que había crítica y, de algún modo, autocrítica. Nada que ver con lo que vino desde la otra trinchera, ésa en la que siempre parece establecerse una peculiar competencia por convertirse en el que más agrade a su alteza. De repente aparecieron todo tipo de precedentes con un denominador común: el Atlético no puede quejarse, porque mira lo que nos pasó a nosotros…
Y por ese ‘nos pasó’ se ha colado cualquier cosa sin disimulo: diferencias de un solo día, semanas en las que el Real Madrid había jugado Champions pero el Atlético no y, desde luego la favorita de cualquiera que tenga un mínimo sentido del humor, la Copa de la pasada temporada a la que efectivamente el equipo de Simeone llegó con mucho más descanso… porque el de Ancelotti había jugado la final de la Supercopa tras eliminarlo.
Cuando se midieron en aquella semifinal árabe, en fin, los dos sabían que ganarla equivalía a llegar apurados al torneo del K.O. Y los dos lo preferían, por supuesto: ya le hubiera gustado al Atlético ser el que acabara exhausto. La cuestión, en fin, no se resume en que esta vez haya dos días menos de descanso para uno que para otro, sino en que, vamos a ver si con mayúsculas y negrita queda más claro (spoiler: no), NO HAY UN SOLO MOTIVO QUE JUSTIFIQUE ESA DIFERENCIA. El Real Madrid-Alavés y el Celta-Atlético podían haberse fijado para el miércoles sin problema. Podían…
Tanto da, en cualquier caso. Se jugará, pasará lo que tenga que pasar, se contará lo que convenga sobre lo que ha pasado… y si te he visto no me acuerdo. Mira por dónde el derbi no es como el clásico, ese partido que disputan los dos equipos a los que debe ir bien para que le vaya bien a la competición (Tebas dixit), ese partido cuya fecha y horario conocemos con meses de antelación.
Y a todo esto se responderá con un ‘ahora dilo sin llorar’ o cualquier otra perla que no supere los 140 caracteres. Tanta paz lleven, en fin, como (poco) descanso dejan…