En tres días el Real Madrid ha entrado en el túnel de una crisis completamente inesperada. Lo que tenía que ser blanco, nunca mejor dicho, ha sido negro. El paraíso que le esperaba ha dado paso a un escenario de pesadilla. Es la consecuencia de dos revolcones consecutivos que han sacudido los cimientos de la Casa Blanca: el descalabro liguero ante el Barcelona y la no asimilada ‘derrota’ en el Balón de Oro. Dos sacudidas que han descolocado al equipo y al club en un momento en el que caminaban tranquilamente por la senda del triunfo y del éxito.
Porque el Real Madrid se disponía a vivir días grandes con el Clásico del Bernabéu y la gala del Balón de Oro en el horizonte. El estado de euforia se había instalado tras la espectacular goleada en Champions ante el Borussia Dortmund y el Madrid se disponía a coger carrerilla en su semana grande. La exhibición de poderío frente al Dortmund fue interpretada por el propio Ancelotti como un punto de inflexión en una temporada que el equipo blanco había iniciado a tirones. Un recital continental del campeón en el que fue protagonista Vinicius, que comenzaba a lo grande su camino por una alfombra roja que le debía llevar a la coronación de París en la conquista de su primer Balón de Oro. Ese panorama idílico es de hace una semana, pero parece que haya pasado un mes porque no queda ni rastro de ese estado placentero.
Un giro que no entraba en los planes
En tres días todo ha cambiado para mal en el conjunto blanco producto de dos ‘terremotos’ cuyas sacudidas han dejado daños a todos los niveles: deportivo e institucional. El primero hace referencia a la goleada encajada en el Clásico del Bernabéu. El Madrid medía sus fuerzas con el conjunto de Flick con el objetivo de consolidar su crecimiento y dar caza a los azulgrana en la cabeza de la Liga. De alguna manera el Clásico era la oportunidad de los de Ancelotti de poner orden tras unas primeras jornadas en las que parecía que el Barcelona se podía escapar. También para dar un golpe de autoridad y hacer una demostración de poderío.
Pero los planes blancos los hicieron añicos Lewandowski, Lamine Yamal, Raphinha y compañía. El Madrid no sólo no ganó, sino que encajó una dolorosa goleada que lo devolvió a la casilla de salida en lo deportiva y lo aleja de un liderato que ahora tiene a seis puntos. Por si fuese poco, lejos de desinflar a un Barça hinchado le dio mucho más aire.
La derrota en el Clásico hizo daño y obligó a Ancelotti a lanzar un mensaje de tranquilidad para capear un temporal que no aparecía en las previsiones madridistas. “Es un momento duro y difícil, pero no tenemos que tirar todo a la basura, sólo hay que olvidarse de los últimos 30 minutos. No debemos bajar los brazos, sino aprender. Salimos muy bien de la última derrota en Liga en el derbi del año pasado y debemos hacer lo mismo. De una derrota puedes aprender y un poco de autocrítica es fundamental”, señaló el técnico italiano.
Un plantón histórico
La suerte para el Madrid es que tres días después tenía la oportunidad de lamerse las heridas en París, en una gala del Balón de Oro donde todo apuntaba a que el conjunto blanco se iba a dar un baño de gloria, con Vinicius como plato fuerte coronándose como mejor jugador del mundo. Un galardón que cerraría un triplete mágico con el Madrid como mejor club y Ancelotti como mejor entrenador. Una imagen triunfal con la que reforzar la marca Real Madrid.
Pero todo se torció y lo hizo de una manera especialmente traumática. Vinicius no iba a ganar el Balón de Oro y el club decidió dar plantón a France Football y a la UEFA. Una decisión que le ha costado duras críticas a nivel mundial y que ha dañado su imagen, una vez que nadie del Madrid estuvo presente en la gala para recoger los galardones que sí ganaron. El club, en el ojo del huracán, se reafirma en su postura. Sin embargo, el lío no lo veían venir.