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Me cansa el tema arbitral: es repetitivo, crea trincheras, polariza (casi como la política), no aporta nada al espectáculo, impide hablar de fútbol, saca el aspecto más visceral del periodismo… O sea, todo mal. ¡Fuck off!
Pero les voy a contar una historia que me pasó este último sábado en Málaga. Fui a ver a mi sobrina de 12 años. Fútbol femenino de infantiles entre dos equipos ‘x’ de la provincia malagueña. Partido tranquilo, con goleada por parte de uno
Eso sí, en la banda la cosa no estaba tranquila. Los padres de los que iban perdiendo empezaron a calentarse y a proferir gritos contra el ‘chiquito’ (no tendría más de 20 años) que ejercía de árbitro. Una escena que quien tenga hijos y vaya a verlos, sea la provincia que sea, podrá reconocer como vivencia propia cualquier fin de semana en cualquier cancha de fútbol (¿por qué no pasa tanto en otros deportes?).
Pero ahí no acaba mi ‘película’. Justo en el campo de abajo, unos niños que no tendrían más de 10 años jugaban otro choque de Liga, arbitrados por un chaval que tendría no más de 14. Pues bien, los niños, como las crías del partido anterior, jugaban, se divertían y callaban… pero los padres gritaban, vociferaban y se metían con el de negro cada dos minutos.
¡Vaya ejemplo para los nenes!
En fin, gracias a los comunicados, tuits y quejas oficiales de los diferentes clubes; gracias a nosotros, los medios, que destilamos ‘bilis’ en nuestras opiniones; gracias a jugadores y entrenadores profesionales por vuestras continuas quejas. Gracias a todos. Los chicos de negro de ese sábado en Málaga os lo ‘agradecen’.