
Sigue pagando caros sus errores el Sevilla. El despido de Xavi García Pimienta es el último capítulo de una serie de malas decisiones que están mermando a los hispalenses tanto en lo deportivo como sobre todo en lo económico. El entrenador catalán acordó un finiquito que equivale a una temporada completa de salario más la parte proporcional de los siete partidos restantes de la presente, según informa ABC de Sevilla. A pesar de que en septiembre renovó hasta 2027 (otra maniobra impulsiva de los dirigentes), la segunda de esas dos campañas no era fija, de manera que únicamente deben abonarle un año, evitando así un coste aún mayor.
Cesado el 13 de abril tras caer ante el Valencia, la destitución de García Pimienta como técnico del Sevilla se precipitó por la presión interna en el consejo de administración, en un ambiente cada vez más difícil por los malos resultados. La apuesta por Joaquín Caparrós, hombre de club y querido por la afición, pretendía ser un golpe de efecto para intentar pelear por posiciones europeas, así como suavizar las críticas hacia la actual directiva. Sin embargo, después de dos jornadas, el equipo ha sumado un punto y se encuentra a cinco de la zona de descenso, cuando con su predecesor mantenía la distancia a siete.
Gasto en entrenadores
El coste de los vaivenes en el banquillo del Sevilla es escandaloso. Desde octubre de 2022, han sido despedidos seis entrenadores: Julen Lopetegui, Jorge Sampaoli, José Luis Mendilibar, Diego Alonso, Quique Sánchez Flores y Xavi García Pimienta. En total, el desembolso en indemnizaciones ronda los 22 millones de euros, cifra alarmante para una entidad que cerró el pasado curso con pérdidas de 81,7 millones de euros, el mayor déficit de toda LaLiga. Cabe destacar el caso de Sampaoli, cuya destitución tras cinco meses dirigiendo a los blanquirrojos costó ocho millones. Por ello, muchos no entienden el despido de García Pimienta a falta de siete jornadas y con la permanencia medio asegurada.
El problema del Sevilla con los entrenadores no es solo económico. La inestabilidad institucional genera una desconfianza que dificulta cualquier operación, como ya sucedió en verano con Jagoba Arrasate, que se acabó decantando por el Mallorca. En principio, el club volverá a buscar un perfil asequible, pero que se adapte mejor al estilo de fútbol que le gusta a la grada. Mientras tanto, Caparrós asume la responsabilidad de mantener a flote el equipo en el mes que queda de competición, con el objetivo de dejarle el mejor legado posible a su futuro sucesor.