
Todos nos quedamos embelesados ante la manera de correr de Kylian Mbappé, pero pocos reparamos en su manera de frenar. Esta imagen tan futbolística resulta una metáfora bastante aproximada de su manera de entender la vida, al menos de lo que desprende el valiosísimo documento periodístico conseguido por los compañeros de L’Equipe Magazine desplazados a Madrid.
No es casualidad que cuando su fútbol está volviendo a fluir, cuando su imagen de líder único del vestuario del Real Madrid comienza a emerger, Kylian sea capaz de sincerarse, de mostrarse en carne viva, con verdad, al menos con la suya, y de compartir reflexiones que son más propias del final de una carrera, que del momento de plenitud que parece empezar a vivir en el club que soñó de niño.
Se nota que el francés, a pesar de su juventud, ha sufrido más de lo que parece y, más allá del relato que se suele proyectar de los iconos de cualquier deporte, hay que pararse (frenar como Kylian) para entender la profundidad de su mensaje. A los genios también les duele la verdad: “Si no tuviera esta pasión, el mundo del fútbol me habría dado asco hace mucho tiempo” no es una sentencia menor. En esa trastienda del deporte que nos enamora hay mucha mierda y en el caso de Mbappé constata un sufrimiento explícito, una paradoja ante lo mucho que no le gusta de lo que más le apasiona y del alto precio que hay que pagar, con cosas que no se ven, para sobrevivir en la cresta de la ola.
Conviene no quedarse en lo superficial o en lo populista cuando habla de que tener mucho dinero también puede ser un problema o que le encantaría que a sus hijos no les pique el gusanillo del fútbol. Es probable que su grito sea extrapolable a cualquier profesión o a cualquier entorno, pero no es muy corriente que el hombre que representa el anhelo de tantos sueños comparta una reflexión tan cruda y sorprendente. El fútbol tiene un maravilloso anverso y un asqueroso reverso. He visto a pocos jugadores correr tan bien como Kylian, pero reconozco que me ha sorprendido gratamente su manera de reflexionar, de sentir y de ser capaz de salirse del carril en su manera de exponerlo: “prefiero a la gente que vive, que a los indiferentes”.
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