El pueblo necesita una explicación

Los que aborrecen el VAR lo celebraron como un gol. Llevaban años esperando este momento. Además se produjo en un partido sin Barça y Madrid por medio, lo que a la vista del ruido producido agrava el error a primera vista. Fue el desnudo del VAR, un invento que fue recibido con aplausos porque iba a traer justicia al fútbol, pero que ha inoculado a este deporte su lado perverso con decisiones

que tienen una difícil explicación para el aficionado. Pensábamos que las reglas de este gran invento llamado fútbol se podían resumir en una cuartilla, apenas un par de sofisticaciones respecto al juego en el que los abrigos hacen de postes en los parques, y lo que se ha engendrado es un jeroglífico.

Es probable que lo acontecido en el Cádiz-Elche

y el fuera de juego de manual tenga una explicación humana. Igual aconteció algo tan simple como que el plano que se vio en Las Rozas no contemplaba la posición adelantada de Ponce. O como ocurrió hace unas temporadas en un Clásico hubo un apagón televisivo de cinco minutos. O vaya usted a saber. El problema es ése. Que la opacidad arbitral y su silencio nunca permite saber qué aconteció. Entonces se disparan las hipótesis más disparatadas de una turba que reparte las culpas sin racionamiento alguno. Tebas, Rubiales, Roures, Florentino, Laporta… son los sospechosos habituales. Cualquier día culparán al Gobierno.

La necesidad de voz

El arbitraje necesita transparencia y voz

. No hay que inventar nada. Basta copiar al VI Naciones de rugby, donde los de arriba dialogan a micrófono abierto con el colegiado. La acumulación de errores en toda Europa -el derbi de Manchester sin ir más lejos- y los comentarios de los actores inmersos alimenta la sospecha de la voluntariedad de las acciones y eso es muy peligroso.

La gente se resiste al nuevo fútbol.

Hasta que llegó el VAR, más o menos, se sabía lo que se dictaba en cada lance. Ahora despista al más docto. Se vio hace unos días en Villarreal con la mano de Foyth, que el cámara se fijó en Benzema, pensando que con él iba la guerra. Es una concatenación ridícula de normas que amenazan con dañar este deporte. Normativas que atentan contra la física de impulsarse en el salto con los brazos, por ejemplo, dictadas por gente que nunca practicó deporte; reglas inexplicables.

Hay que aplaudir la llegada de la tecnología,

sin duda, pero lo primero en lo que hay que trabajar es que finalizado el juego, el espectador no se quede con la duda de si lo que ha visto fue premeditado. Ver enfermar al fútbol no es algo especialmente bueno para una sociedad que lo considera la cosa más importante de las menos importantes.