Feligreses el fútbol, abran paso a Australia. Lo que no hizo el equipo masculino, con todo y sus clasificaciones ala Copa Mundo, lo hicieron las ‘Matildas’ en el Mundial Femenino del que se despidieron con todos los honores.
El país entero, que antes casi ni se enteraba del evento que se cumplía en sus territorios, ahora se ha sumado a la fe del fútbol, el soccer como lo conocen, y están oficialmente inscritos en una nueva religión.
Se empezó a abonar el terreno con la clasificación a octavos, con la eterna e intensa definición por penaltis contra Francia, pero en la semifinal el amor por las jugadoras de la selección de Australia lo desbordó todo.
Los trenes llenos de de hinchas orgullosos de su camiseta amarilla, los ruidosos británicos cantándoles ‘in your face’ lo mismo que les repetirían después en el estadio, los nuevos fieles del fútbol, como en peregrinación, moviéndose hacia el estadio olímpico de Sidney, plenos de ilusión.
«¿Como periodista, quién crees que va a ganar?», me preguntaba mi taxista. En medio del caos del tráfico me lo pensaba varias veces antes de que me bajaran en medio de quien sabe dónde, hasta que en un ataque de honestidad dije, temerosa, ‘Inglaterra’. ¡No!, me respondió. «Pero son buenas, no sé si mejores pero son buenas». Así pasamos de preguntar quién jugaba en la ciudad a saber hasta las fortalezas de cada equipo. Fieles del mundo, abran paso a los peregrinos de Australia.
La brisa helada que nos castiga a los extranjeros pero no a los australianos se hizo de repente insoportable para todos. Las palmas que antes calentaban el ambiente estaban ahora en los bolsillo, la preocupación cundía en esas tribunas que antes querían caerse en cada buena recuperación local, ahora estábamos todos, oficialmente, petrificados.
La banda sonora del descanso eran los ‘Backstreet Boys (?) y los australianos cantaban a todo pulmón, como para no perder la ilusión, ‘I want it that way’… Por suerte, para tomar aliento, ‘We will rock you’, de Queen, mucho más acorde con la situación en el campo. Y a planear la operación remontada en el segundo tiempo.
‘Buuu’ gritaba la tribuna en cada acercamiento de Inglaterra y caía una ovación cuando las Matildas, imprecisas pero infatigables. Y entonces, ese preciso instante que universalmente se conoce como ‘felicidad’. Desde el pase sabían los locales de lo que sería capaz su estrella Sam Kerr, cuyo remate cruzado a los 62 minutos, puso a prueba la estructura del estadio olímpico de Sidney: ¡se quería caer! Retumbaban los saltos, los gritos desordenados, las caras pintadas en las cuatro pantallas gigantes eran todas de postal. ¡Cuánta dicha!
El instante, tan feliz como efímero, se lo quedarán para siempre los locales: ¡le hicieron un gol a la poderosa Inglaterra! Después, entre Hemp y Russo rompieron en pedazos el sueño de la final para las Matildas.
Pero es fútbol y aquí, que no dramatizan por nada, lo entienden sin problema. Nadie lo vio venir, nadie puede saber tampoco este súbito amor el por soccer morirá con la final de este domingo. Pero ese deporte, del que nadie hablaba, ahora ocupa las primeras planas de los medios ¡por fin! Australia, a partir de ahora, es otra.