Adelanto que valoro a José Bordalás, por su humildad, trabajo y resultados, como un buen entrenador. Un técnico que aprovecha, mejor que nadie, esos espacios que el reglamento deja a la interpretación del árbitro. ¿Es eso legal? Si. ¿Es bueno para el espectáculo? No.
Bordalás juega al límite y consigue un gran rendimiento de plantillas muy justitas, que compiten de tú a tu con todas las de LaLiga. Es, eso si, un entrenador muy controvertido. Unos lo admiran y otros lo critican.
Una vez reconocido su indiscutible mérito, debo dejar claro que estoy en desacuerdo sobre lo que ha dicho sobre el control del tiempo de juego: «si jugamos a tiempo parado podemos pedir unas pizzas y cenar en el campo.» Quiero imaginarme que Bordalás es conocedor que los que pedimos parar el reloj en el fútbol, no pensamos que continúen siendo 90 los minutos de juego. Llevo años con mi cruzada de reducir la duración a disputar 60 minutos… pero de juego efectivo. Si desconocía este dato básico, tendría un cierto sentido esa idea de «cena campestre», pero fallaría como profesional, porque a la propuesta ya se han sumado personajes del fútbol como Infantino, Ancelotti, Xavi Hernández….
Eliminado por esa razón «su» planteamiento, le podemos garantizar a Bordalás que los partidos durarían menos. Hoy, desde el momento en que el árbitro señala el inicio y pita el final del encuentro, transcurren más de dos horas. Si el tiempo efectivo de juego fuesen 60 minutos, la duración se acortaría a la actual, por mucho que se detuviese el reloj por fueras, faltas, VAR, goles… y pérdidas deliberadas de tiempo para cortar el buen momento del rival.
Pero el fallo de Bordalás se va más allá del tiempo de duración, porque el principal objetivo es conseguir reducir la picaresca en el fútbol. Hacer que sea más transparente. Que todos los equipos tengan que disputar el mismo tiempo real y así se evite el fraude al propio fútbol y al aficionado, que paga por un espectáculo que no se le ofrece completo. Los datos estadísticos que ofrece el Getafe son demoledores. Ostenta el récord de minutos añadidos en el Getafe-Barça. Se ampliaron ¡26 minutos! casi una prórroga completa, a los tradicionales 90 y 15 de descanso, y, a pesar de ello, fueron insistentes las quejas azulgranas.
En el Celta-Getafe de la última jornada de liga, tras un un total de 106 minutos ¡sólo 50 de juego efectivo! lo que provocó durísimas declaraciones de Benítez, por las pérdidas de tiempo de los azulones. Otro dato significativo es que se trata del equipo que ofrece la media más alta de lo que va de temporada en cuanto a los minutos, 17, añadidos por los colegiados.
Es posible que por ese especial estilo de juego que lo caracteriza, el Getafe no figure entre los clubs que conciten mayores simpatías entre el resto de aficiones y quizás aún sea peor al posicionarse de forma rotunda su entrenador en contra de disputar 60 minutos de juego real.
Porque ¿cuáles son las principales ventajas de implantar el tiempo efectivo de juego? Evita todo tipo de discrepancia acerca del tiempo añadido; elimina la función contable del árbitro -cada día más complicada- y lo centra en su ya, de por si, difícil misión; garantiza al aficionado la duración del espectáculo; permite a los entrenadores conocer el tiempo exacto que resta de juego para cambios, en lugar de tener que adivinar cuál será el añadido… y nadie discutirá el momento del final del encuentro, que coincidirá con el pitido del reloj al llegar a «cero».
¿Y qué problemas genera el tiempo de juego real? Ninguno. Sólo se precisa un reloj a la,vista del público y un cronometrador. «Esto es fútbol, papá», decía hace unos días el muy pillín de don José. Si, «papá», es futbol, pero nosotros luchamos por un fútbol más justo. Por eso, si Bordalás se opone a disputar partidos de 60 minutos de juego efectivo, la solución es …parar el reloj.