«Tienes que mantener la pelota siempre en la calle», aseguraba Ernie Els sobre un recorrido conocido por sus greenes salvajemente ondulados que cuenta con la amenaza de 87 bunkers y tiene tres hoyos estrella: 10, 12 y 18. El club de campo Southern Hills de Tulsa (Estados Unidos) acoge la 104ª edición del PGA Championship (Movistar, 15:30), recibiendo por quinta vez el segundo major del año (además también se han disputado tres US Open), el último grande antes del inicio en junio del LIV Investments, el circuito promovido por el dinero de Arabia Saudí, y que ha dejado fuera del PGA al defensor del título Phil Mickelson (51 años), el único golfista con victorias últimamente y un ranking cercano al Top 40 que ha decidido beber de los vientos de sirena de los petrodólares de un campeonato que pretende amenazar la estabilidad del PGA Tour y sus 93 años de historia.
Al tapete verde de Oklahoma (6.841 metros, par 70, diseñado por Perry Maxwell en 1936, con un coste de 100.000 dólares, y renovado en 2019 por Gil Hans), llega pleno de confianza Jon Rahm, uno de los cuatro españoles presentes junto a Sergio García, Adri Arnaus y Pablo Larrazábal. El ‘León de Barrika’ venció en México hace un par de semanas, su noveno triunfo en el PGA Tour, y mira el PGA tras haber «recuperado la esencia» con una doble aspiración: sumar su segundo grande y recuperar el número uno del ranking mundial. «En este campo no te puedes esconder, tienes que hacerlo todo bien. Es un campo largo, difícil, suele haber viento…con greenes pequeños. Si fallas las calles, el rough de hierba Bermuda va a dejarte poco control y pocas opciones de ir a bandera», afirma el vizcaíno que aterriza relajado: «Sólo hay que visualizar dónde la quieres poner y eso ayuda mentalmente». Además, Rahm cuenta con una nueva arma: sus zapatos.
<figure id="sumario_2|foto" onclick="javascript:ampliaFoto(this, '/masdeporte/imagenes/2022/05/18/golf/1652865514_348339_1652867885_sumario_grande.jpg', '976', '1466', 'Jon Rahm firma aut&oacute;grafos en Tulsa. / Richard HEATHCOTE (AFP)’);return false;» class=»item-multimedia» readability=»-22.336633663366″> PGA Championship – Preview Day 2Jon Rahm firma autógrafos en Tulsa. «Ha cambiado un poco mi manera de jugar por los zapatos que estoy usando este año. Son mucho más cómodos, hemos hecho un gran trabajo con Equator y el equipo de Travis Matthew, y creo que me ha permitido ser un poco más estable. Tengo un arco bastante grande en el pie derecho en el que tengo muchos problemas. Al tener piernas de diferente longitud, llevo una plantilla de alza de centímetro y medio en el pie derecho para facilitarme ciertas cosas con el swing y distribuir bien el peso. Cuando me pongo un zapato normal el tobillo está superarriba y pierdo estabilidad. El año pasado jugué con zapato plano con el que podía hacer buen swing, pero jugué con ciertos dolores. Y este año estoy supercontento», revela el español que hoy saldrá en el partido estelar (20:36) con el número uno del mundo, Scottie Scheffler; y el número 3, Collin Morikawa. Trío insuperable que únicamente tiene otra terna con la que compartirán la mayoría de atención de los dos primeros días de juego, la que componen Tiger Woods, Jordan Spieth y Rory McIlroy (15:11). ‘El Tigre’ repite major tras regresar del accidente que casi le amputa la pierna derecha en el Masters de Augusta y en la cabeza de todos está que es el último ganador del PGA en Southern Hills (2007), un campo que bien serviría para relatar historias de miedo ya que en él, además de un terrorífico calor, se ha cometido un asesinato (el mafioso Whitey Bulger ordenó matar a un hombre de negocios en su aparcamiento en 1981) y se ha vivido la situación más extraña de la historia del golf. En el US Open de 1977, Hubert Green lideraba cuando en el hoyo 14 la policía le informó de que tenía un aviso de que sería asesinado en el green del 15. Decidió seguir jugando pese al riesgo… y acabó ganado el torneo por un golpe pese a la tensión y completar el recorrido rodeado de agentes. «Estaba nervioso. Cuando iba a patear tuve la sensación de que me iban a disparar en cualquier momento. En cuanto golpeé sabía que me había quedado corto. También sabía que no había oído ningún disparo. Dije en voz alta: «¡Gallina!»… y no me refería a mi putt corto», relataba el propio Green.
Richard HEATHCOTE (AFP)