El fútbol es un deporte en constante evolución. Las reglas son prácticamente las mismas. Sin embargo, la tecnología ha dado un paso hacia adelante. Se ha implantado, entre otras cosas, el VAR, que ayuda al árbitro a que tome la decisión acertada.
Pero la verdadera evolución está en el juego, cada vez más veloz, más de ida y vuelta, más vertical. Repliegues que cada vez comprometan a más jugadores, presión asfixiante, más de 200 esfuerzos explosivos de 0 a 4 segundos, VOMax (volumen de oxígeno máximo) por encima de 60 mililitros por kilogramo y peso. Una exigencia próxima a la de maratonianos de élite.
Hay más: un salto vertical por encima de un metro para alcanzar de cabeza esos balones imposibles, frecuencias cardíacas entre 173 y 175 pulsaciones por minuto de media por partido y apenas 15-20 segundos de margen para recuperarse de esos esfuerzos tan brutales y que la frecuencia cardíaca esté en disposición de poder repetirlos una y otra vez.
¿Qué tipo de jugadores pueden adaptarse a esta locura fisiológica? La respuesta es sencilla: atletas que han elegido las botas de fútbol en lugar de las zapatillas de clavos. Estos organismos privilegiados aparecen cada vez más en el fútbol y están consiguiendo que en muchos casos la condición física pueda llegar a ser más determinante que la técnico-táctica.
La lista es interminable y todos los conocemos. Juegan en los equipos más importantes y los disfrutamos en la Champions y en las ligas más importantes. Su genética les ayuda en un 30%. Haaland fue récord del mundo en salto de longitud con 5 años al alcanzar 1,75 metros. Años después, ya en la Bundesliga, condujo el balón pegado al pie y recorrió 60 metros en 6,23 segundos (el récord del mundo en pista cubierta está en ¡6,13!). El 70% restante se consigue con entrenamientos exigentes, metódicos y multifacéticos que garantizan que estos portentos físicos nos sigan deslumbrando en cada partido.
Una mula no puede jugar al fútbol, pero a un jugador de fútbol hay que ponerlo como una mula. El equipo que se pare y no acepte esta realidad, retrocederá. La alta intensidad ha venido para quedarse. Demos la bienvenida al fútbol del siglo XXI.