José Ángel Carmona ha visto cómo de pronto su nombre está en boca de todos. El futbolístico es el que le eligieron sus padres y aparece en su camiseta con el número 30, aunque en esto del fútbol y en la economía de los caracteres puede que se termine quedando con el apellido. Lo que le dé mejor suerte. Sus dos goles ante el Espanyol han sido un bálsamo para el equipo de su vida, donde ya había debutado, pero sin tanta fortuna. El del Viso es un central rápido que también puede actuar como lateral. Se ha visto que en el costado es capaz de llegar con soltura arriba. Encima tiene instinto y fe. Una fuerza que necesitaba el once del Sevilla como el comer. Sangre joven.
«El partido ha sido increíble, todavía no me lo creo, llevo mucho tiempo trabajando para esto. El míster me da confianza, lo agradezco e intento demostrarlo cuando me da la oportunidad», comentaba al final del encuentro. Él y Kike Salas, producto de la cantera, tuvieron que ser sustituidos por calambres. El entrenador apostaba por una línea defensiva totalmente inesperada y esos jugadores le respondieron, sobre todo los jóvenes, sin salir en la foto de los errores defensivos. «Se ha dejado la vida», dijo Lopetegui de José Ángel tras jugar ante el City. No le faltaba razón.
Isco sigue creciendo
Los minutos que jugó Rakitic en el tramo final, con el Sevilla defendiendo y pidiendo casi auxilio, sin dar una carrera de más por pura impotencia, contrastaron con la personalidad de un Isco que disputó los 101 minutos y tuvo tiempo de esconder la pelota con su terrible calidad. Qué fácil hace lo complejo. Desahogó al Sevilla en el momento más delicado, sacando faltas y saques de banda tan celebrados como los propios goles. No sólo era cuestión de piernas, sino de creencia. José Ángel puso la fe e Isco las dosis de calidad para salvar el cuello de un entrenador que lo volverá a colocar en primera línea mundial. Isco ya es el líder espiritual y futbolístico del nuevo régimen sevillista, mientras a Lopetegui le sigan dando tiempo.