El Mundial comienza en dos semanas. Todo el panorama futbolístico está mirando a Qatar, mientras las competiciones locales se van terminando. Sin embargo, hay una ciudad que no puede comenzar a vivir el mayor evento del fútbol mundial sin pararse en el camino de su derbi, de su fútbol, de estadio y plaza, de élite y de niños en el patio del colegio, un Betis-Sevilla. El partido de la capital de Andalucía, que para todos los que profesan su fe es la final de la Copa del Mundo.
El Benito Villamarín acogerá uno de esos partidos que lleva toda la temporada esperando. Y más en un curso donde la diferencia entre eternos rivales -al menos en lo que marca la clasificación- es tan importante. El Betis llega al partido en todo lo alto. Emocionado por un curso donde se ve prácticamente indestructible y donde sus ambiciones están situadas donde antes estaban las de un Sevilla depresivo, que sigue sin saber dónde está su lugar esta temporada. El Betis asume su papel de favorito. Puede no gustarle, pero sabe que no puede huir de él. Los 13 puntos de diferencia en la tabla no son por casualidad. Un equipo que todo lo está haciendo bien, con una plantilla que rinde en dos competiciones sin acoger un momento de duda, mientras que el conjunto de Nervión no sabe bien dónde está parado. Nervios, derrotas y un transitar extraño por un camino desconocido. Miedo a lo que no se conoce, a un lugar donde nunca ha estado o ya no se acuerda. Un duelo que siempre se la ha dado bien, más en el recinto verdiblanco, pero incluso del que ahora también duda, porque el fútbol es sólo presente. No vale nada de lo hecho anteriormente. Ni esa Copa que levantó el Betis eliminando al Sevilla, ni tampoco el número de derbis consecutivos donde el Sevilla ha sacado resultados positivos, sobre todo en el Benito Villamarín.
Y el de esta noche es de esos partidos donde más incierto está el pronóstico de lo que va a ocurrir. Porque cuanto más grande es la distancia, más complejo se presenta el saber qué va a ocurrir. El Betis llega lanzando, con todas sus estrellas en buen momento y con la sensación de que pueden hacerle sangre al rival que más lo desea su gente. En cambio, también conocen el poder o la fuerza que tiene un Sevilla medio muerto, pero con jugadores de alto nivel que en cuanto despierten le darán al Sevilla un nivel mucho más alto.
Las alineaciones
El Betis no oculta el once que desea colocar. Es el que todo bético tiene en la cabeza, con la pareja de pivotes que ha elevado el nivel de todo el grupo hasta el que se está viendo en la actualidad, la pareja Canales-Fekir para imaginar y el goleador Borja Iglesias en punta. La única duda reside en el portero que se encargará de defender la meta. Pellegrini sabe que hoy no puede hacer inventos. Todo lo contrario de Sampaoli. El entrenador argentino terminará decidiendo hoy mismo el equipo que colocará en el Villamarín. Tiene ciertas dudas por saber si puede colocar a Fenando y Nianzou. Es su decisión. Pero no es tanto los hombres que coloque como la disposición o la intención con la que salga su Sevilla. Porque siempre ha estado el conjunto de Nervión dispuesto a asaltar el recinto heliopolitano. Incluso en sus peores momentos no ha rehuido el combate en campo rival. Y hoy se presume que tampoco lo hará.
Un Betis-Sevilla que llega a las puertas de un Mundial. Sólo se habla en estos momentos de descansos de jugadores internacionales, de lesiones o de selecciones. Todavía quedan dos jornadas para que el fútbol patrio se despida. Y no hay partido que levante más pasiones que este duelo de la capital de Andalucía donde hay tanto en juego. Un equipo que desea soñar con la Champions y con todo aquello que el destino muchas veces le ha negado, contra otro donde la vida le ha mostrado que llega el momento de ser feliz. Donde los títulos son capaces de llegar dentro de la humildad de tu proyecto. El fútbol nunca se sabe si es mejor escribirlo con b o con v. La ciudad se divide entre dos consonantes y dos colores. Todo el mundo del fútbol piensa en el Mundial, pero en Sevilla sólo existe una palabra: derbi.