Los golazos, el baile, el más puro ‘jogo bonito’, todo se escapó como agua entre las manos. Ahora el mismo Richarlison de la chilena y el fútbol playa, el Neymar que con destellos se hizo figura, el arquerazo Alisson Becker… todos son los villanos de la película en medio del fracaso, uno más, de la favorita de todos los Mundiales que otra vez quedó fuera.
Pasará un buen tiempo antes de terminar un duelo inesperado, la sensación de haber hecho tanto y haberlo tenido todo para llegar a la final y volver a estancarse en el quinto partido, ese dejo de injusticia al saber que contra Croacia en cuartos, Brasil sin duda mereció mejor suerte.
Pero como no es el juego de la ruleta sino solo fútbol, es momento de repartir culpas y tratar de entender qué le pasó al pentacampeón que otra vez se quedó con las ganas del sexto título. Un par de sentencias en la prensa brasileña dan una idea preliminar, que seguro se irá detallando con el paso de los días. Las penas necesitan tocar fondo para empezar a desaparecer…
Problemas en la convocatoria
El resultado es siempre un maquillaje. Los problemas reales de Brasil se anticiparon con la convocatoria al Mundial de Catar, cuando muchos analistas se percataron de un detalle: había muchas opciones para el ataque y muy pocas para la defensa.
El asunto se volvió grave cuando vinieron las lesiones: Alex Telles y Alex Sandro dejaron al equipo sin laterales y acabaron usando a Danilo por izquierda y a Militao por derecha para resolver la emergencia, pues teniendo a Dani Alves, que desde septiembre no tenía mayor actividad en el fútbol mexicano, Tite decidió no utilizarlo sino forzar a sus demás defensores. ¿Para qué lo llevó entonces en medio de tanta oposición? Gran pregunta.
Y en ataque tampoco hubo alternativas. Era muy claro que la filosofía era apostar al ataque pero ahí también se hizo todo plano pues los titulares eran muy titulares y los suplentes no cambiaban el panorama: Antony y Pedro tuvieron poca opción, Martinelli pareció no contar y Rodrygo fue el más protagonista pero, en términos de alternativas contra defensas cerradas, tampoco había revulsivos. Gabriel Jesus salió de la convocatoria por lesión.
Falta de apoyo
Kaká dio una primera puntada con su queja a su propia afición: «Ronaldo Nazário en Brasil es sólo un gordo caminando por la calle». Esa distancia entre el pueblo brasileño y su selección nacional no es nueva y no se restringe solo al fútbol.
Tite tuvo que blindar al equipo de la polarización electoral y él mismo le contó a O’Globo que no habría mayor contacto porque prefería tener al grupo enfocado en el Mundial de Catar. El tema es que Neymar apareció días después en un vivo apoyando Jair Bolsonaro, lo que acabó salpicando a todo el grupo y generando antipatías por Lula, el ganador. La falta de sintonía hizo que el propio 10 brasileño dijera, en medio del dolor, que seguramente no jugaría el Mundial de 2026. ¿Cumplirá? Messi hizo lo mismo alguna vez y ahí está liderando a Argentina para la semifinal…
Terquedad, virtud y defecto
Por mucho que critiquen hoy a Tite en su país, es claro que dirigir 81 partidos, perder solo 6 y ganar 60, una efectividad del 80 por ciento que además dejó un título de Copa América en 2019 un récord en eliminatorias de 45 puntos, son números que dejan poco margen a quienes quieran descalificarlo.
Pero es justamente lo que lo llevó a que cada rueda de prensa fuera una batalla, que cada crítica fuera un ataque, que cada sugerencia fuera un atrevimiento. Por eso es imposible que acepte que se equivocó en al lectura del partido contra Croacia con los cambios de Militao por un Alex Sandro sin actividad por lesión, que leyera mal el cambio de Fred por Paquetá, que no entendiera cómo defender por menos de 15 minutos la ventaja de la prórroga que hoy lo tendría clasificado. No fue la primera vez, pues contra Argentina también erró.
Pero es el dilema del entrenador: le pagan para decidir y luego lo fustigan por terco. Antes y después de Brasil, pues ya anunció que se irá, esto es parte del juego, la emoción y la condena de ser DT.