No hay más cera que la que arde. El Sevilla dijo adiós a una Copa del Rey, pensarán los que ven el vaso medio lleno, que era prácticamente imposible de levantar, puesto que los grandes del fútbol español, donde debe encuadrarse el propio club andaluz, estaban en esta ronda final. Los más pesimistas, en cambio, no se agarran ni al cambio de juego o forma de competir de un equipo que indudablemente va a más, pero al que le queda un largo trecho por recorrer. De hecho, hay facetas en las que no podrá mejorar si no es vía mercado. Eso lo sabe un entrenador que ya lo ha dejado claro: «En la definición de nuestros atacantes no puedo intervenir. Tengo que poner todo de mi parte para que el número de ocasiones sea mayor. Ya está». Jorge Sampaoli sabe con qué tipo de definidores cuenta. Su trabajo, en el resto, ahí está.
Porque tras unas semanas de dudas, donde la debilidad en las áreas lastraba el trabajo grupal, con errores igualmente groseros de posición (pases rasos que cogen vendida a la defensa por el pasillo central) o en salida de balón (gol en Girona), el Sevilla está yendo a más. Su partido en Pamplona fue prueba de ello. Osasuna apenas pudo correr. Se limitó a batallar, aprovechando algunos momentos donde los sevillista necesitaban coger aire. Después no desperdiciaron el regalo de Rakitic en la prórroga para decantar una eliminatoria que había cogido claro color andaluz. Un tiro en el pie sevillista que ya no es extraño. Aunque quizás no se habría llegado hasta la propia prórroga de haber sido el cuadro de Nervión más contundente en área rival.
Es un dolor de muelas que se lleva sufriendo todo el curso. Lopetegui sólo fue capaz de hacer más de un gol en partido oficial (3-0 al Copenhague), mientras Sampaoli, ante rivales del mismo nivel sevillista, tampoco ha podido sumar más de un gol por partido a excepción del triunfo reciente ante el Getafe (2-1). La mejoría física y en el propio juego, ocupando mejor los espacios, con varias formas de sacar la pelota jugada, con movilidad de todos los futbolistas, con una excelente coordinación entre la línea defensiva y los centrocampistas, termina perdiéndose en los últimos metros. Ni buenas decisiones en el último pase, con especial incidencia en un Lamela que suele elegir mal, ni nada de acierto ante el marco del adversario.
Cinco goles para cada punta
Comenzó el partido Rafa Mir, en esa idea de Sampaoli de aprovechar su mayor virtud: la potencia. Y no le salía mal la jugada puesto que la salida en largo era siempre efectiva, ya que el murciano no es capaz de batallar entre centrales, pero controlaba sin problemas pegado a la banda. Tuvo una muy clara en el primer periodo. Otra más si cabe en el segundo. No remató ninguna correctamente. Tras la segunda, anotó Osasuna. Cinco goles de Mir (tres en Liga) en todo el curso. Los mismos lleva un En-Nesyri, que empató el duelo antes del final. Cuatro goles en Copa y uno en Champions. No se ha estrenado en Liga. El marroquí sí fue titular en el último duelo liguero ante el Cádiz. No olía la pelota. Un problema de generación de oportunidades y de rematadores. Sin abrir la lata es difícil que aparezcan los espacios. El Sevilla mejora, sí. Mucho, también. Le falta pegada, absolutamente. Queda poco mercado. Pero la idea de Monchi y un ‘9’ que se busque la vida está lejos de ser una realidad. El problema existe. El remedio, también.