Una de esas derrotas que tienen consecuencias. Al Almería no le dio ni tiempo de enterarse de la película en el Sanchez Pizjuán porque en el minuto 8 ya perdía 2-0. Los almerienses sucumbían demasiado pronto en un partido marcado por el esperpento defensivo visitante que culminó con cinco goles en contra y que pudieron ser varios más. Una derrota, esta vez sin argumento alguno al que aferrarse y que muestra las peores sensaciones del equipo desde que comenzase la temporada.
En anteriores partidos el juego había sido bueno y el sentimiento de un mayor merecimiento por parte del entrenador, jugadores y aficionados, era asumible a pesar de que los resultados seguían siendo malos. Pero hoy, Vicente Moreno no tiene excusa. La infame derrota ante un equipo que venía con una situación similar a la de los indálicos pone el foco sobre la figura del técnico valenciano y lo deja en una situación terriblemente complicada.
Y lo peor es que los números y, hoy, la imagen del equipo, es la de una entidad que juega con un fuego llamado Segunda División. Es pronto, jornada 7, pero la dinámica recorre caminos muy pesimistas y augura penurias en la capital almeriense. Lejos de mejorar, el Almería ha pasado de competir de tú a tú con todos los equipos, a arrastrarse por el campo en busca de un milagro. La paciencia empezaba a agotarse y veremos si después de esto, no ha terminado por explotar en las oficinas del Power Horse Stadium que deben ser un horno en este momento.
Cuatro días por delante tiene el Almería para olvidar este desastre y preparar una prematura final en casa ante el Granada, quinta oportunidad como local para sumar tres puntos. Está por ver si con Moreno sentado en el banquillo o con un entrenador interino mientras se busca un sustituto. Derrota que hace mella.