Terminó la batalla en el Maracaná confirmando una pesadilla que vive el pentacampeón: cero puntos de seis posibles, ¡sexto en la tabla!, perdido, sin norte, inofensivo en un nivel desconcertante.
A eso redujo Argentina a Brasil, nada menos que en su templo, con una victoria plena de autoridad e inteligencia por 1-0, que no solo confirma el pésimo momento al mando de Fernando Diniz sino que marca la primera derrota de local del equipo, otrora temible.
Ya estaba todo muy enrarecido con la violenta gresca en las tribunas que demoró media hora el inicio del juego, Era el preludio de otro durísimo choque en la cancha, que comenzó con un Brasil ambicioso, que poco a poco se fue quedando sin argumentos.
Para Argentina fue un primer tiempo de aguante sobre las figuras de sus dos estandartes: no Messi, no Álvarez, sino Otamendi y Romero, los centrales que anularon por completo a los atacantes locales y los redujeron a un cabezazo de Marquinhos y poco más.
Para el complemento se animaban más Rapinha y Martinelli pero con intentos aislados, mientras Messi, inadvertido en el inicio, caminaba la cancha con evidentes problemas físicos.
Su consuelo llegaría a los 63 minutos, cuando los suyos olieron el cansancio de los dueños de casa y se animaron por la vía que antes les funcionó a la perfección: la pelota quieta. A los 63 un cobro perfecto de Lo Celso aterrizó en la cabeza de Otamendi para desatar la locura de los miles de argentinos en las tribunas.
Y después, a lo campeón administró el ganador su ventaja hasta el mismísimo pitazo, aprovechando una muy discutida expulsión de Joelinton, quien solo jugó 10 minutos. Se empezó a ir la gente del escenario, incapaz de quedarse a ver cómo se hundía su selección, que ahora es sexta de las Eliminatorias, una vez más incapaz de superar a la astuta Argentina, líder de las Eliminatorias sin discusión.