
No vaya a ser que se cumpla. Frase atribuida al primero que pase, porque no está claro a quién atribuirla, frase que vale para el caso que nos ocupa. El del Atlético. Concretamente, el del tremendismo con que buena parte del personal ha recibido la goleada encajada el domingo ante Osasuna, resultado que por otra parte certifica el cuarto puesto liguero de un equipo que, con el entrenador que tiene, nunca se había caído como mínimo del tercero. No anduvo tan lejos, de hecho en algún caso se produjo empate a puntos, pero no se había caído. Nadie contaba con el Girona y sus 78 puntos que aún pueden ser 81, pero no se había caído.
Llovieron los palos, en fin, y, siendo lógico que Simeone se llevara buena parte de los mismos, máximo responsable técnico como es, no lo parece tanto que, más que a su incapacidad para motivar a los jugadores, a su dirección del partido, a los cambios que hizo incluso, apuntaran a la rueda de prensa posterior.
«A seguir trabajando, cada uno desde su lugar, para poder hacer lo mejor para el colectivo. Tenemos muy claro todos lo que queremos. El club ha hecho siempre un esfuerzo enorme para permitirnos competir y estar en Champions 12 años consecutivos por la calidad de los futbolistas. Estamos todos pensando de la misma manera y buscando esto que vamos hablando y generando entre nosotros». Así recogió el discurso Iñaki Dufour, compañero de Efe que es, con diferencia, el que mejor recoge estas cosas.
¿Para qué más? Al Cholo le han convertido directamente en cómplice de los desmanes que se puedan cometer en los despachos, como si el gremio de entrenadores se caracterizara por las insurrecciones, utilizándose con él de forma despectiva la expresión «hombre de club». Desde casi todos los púlpitos, además. Desde los medios, desde las redes, desde parte de la grada…
Conviene recordar que, efectivamente, Diego Pablo se había reunido el viernes, apenas dos días antes, «con los de arriba». Esto es, con Miguel Ángel Gil y Andrea Berta, hasta ahí lo habitual, pero también con Carlos Bucero, sorprendente incorporación a la causa. Y que en dicha cita se trazaron las líneas generales a seguir en el próximo proyecto. Y quien escribe a seguir, podría escribir a cumplir por el club. ¿Alguien esperaba que Simeone se liara a palos en esas condiciones, antes de comprobar que se satisfacen o no sus peticiones? ¿Alguien esperaba que insultara a sus superiores, que faltara al respeto a sus futbolistas mientras lo sean, que prendiera fuego al Metropolitano?
Por cierto, en esa misma comparecencia apuntó como una de sus virtudes «la paciencia». A buen entendedor…
Repasemos la temporada, en fin…
El Atlético acabará la Liga, dependiendo del último resultado, entre los 73 y los 76 puntos. En su línea de los últimos años, vamos, con la conquista del campeonato en la 20-21 como excepción que confirma la regla: 77 en la 22-23, 71 en la 21-22, 70 en la 19-20, 76 en la 18-19…
El Atlético se plantó en semifinales de Copa, algo que no conseguía desde el curso 16-17, coleccionando en ese recorrido incluso eliminaciones ante equipos de Segunda B. Y en la penúltima ronda tan cierto es que despachó un partido de vuelta lamentable como que en la ida había merecido mucha mejor suerte de la que tuvo.
El Atlético se ha metido entre los ocho mejores del continente como cuartofinalista de Champions que ha sido, algo que sí firmó recientemente, en 2022 (un año después no pasó de la fase de grupos), pero que en todo caso no parece corresponderse con la realidad deportiva de la plantilla.
Hasta ahí resultados, clasificaciones, números… datos objetivos.
Cuestión distinta son las sensaciones. Son demasiados los partidos en los que se ha tendido al bochorno, son demasiadas las ocasiones en las que los futbolistas parecían dimitir de sus obligaciones. El «tenemos un plan» que De Paul estampó a Griezmann en el balón de un hat-trick sirve en ese sentido como confesión de parte: salvo que fuera de una mediocridad apabullante, el plan en cuestión ha salido de aquella manera. Osasuna asaltó el Metropolitano, pero el agujero negro se había originado a domicilio: Valencia, Las Palmas, Alavés, Cádiz, incluso Almería sin necesidad de derrota…
Pero igual que ha perdido como nunca, el Atlético ha ganado como nadie. Por ejemplo, al Real Madrid en Liga y Copa. Y no se trata de justificar un ejercicio ante el eterno rival, sino de recordar que nadie ha hecho una sola vez lo que el cuadro rojiblanco ha hecho dos veces. El personal que ahora recela vivió noches memorables, léase también la remontada al Inter.
En la balanza hay que ponerlo todo, no sólo lo que convenga. También que el mejor, o al menos el más regular, ha sido Witsel, mediocentro de 35 años que juega como central. Y que eso debería llevar a la reflexión de sus compañeros, que al final los futbolistas terminarán siendo los menos responsables de lo que pase en el fútbol.
Parece, en fin, que Simeone le viene sobrando a unos cuantos. Y se le acusa de complacencia, como si no estuviéramos hartos de comprobar que él, precisamente él y con independencia del rival, vive cada partido como si fuera el último de su vida. «Siempre quiero lo mejor, nunca me contento con casi nada», respondía también el domingo cuando se aludía a la exigencia. No ha sido la mejor temporada posible… pero ni mucho menos el desastre que se viene vendiendo. Se ha puesto de moda eso de que si no ganan títulos al menos compitan por ellos, pero, digan lo contrario Agamenón o su porquero, el Atlético ha competido por todos menos por uno, precisamente ése en el que acabó cualquier competencia hace meses.
Cuidado con lo que se desea, no vaya a ser que se cumpla.