Unos remates prodigiosos, unas dotes de bailarín, un potrillo en Uruguay, una mezcla de bebidas, una ropa interior curiosa. Es el mundo de las estrellas. James Rodríguez y su zurda colombiana aterrizan en Vallecas, el territorio donde antes vieron a otras celebridades mundiales. La franja la vistieron desde Hugo Sánchez a Fernando Morena, de Laurie Cunningham a Hugo Maradona. Así rebobinan sus ex compañeros aquellas campañas.
Hugo Sánchez apareció en Vallecas en la temporada 93-94 procedente del América mexicano (donde tenía una cláusula liberatoria) después de poner al Bernabéu durante siete temporadas en posición de chilena. Con 35 años, el delantero del primer toque todavía guardaba goles en la maleta para mostrar en el refugio vallecano.
Los goles de Hugo Sánchez con el Rayo Vallecano
Onésimo, un artista del quiebro, iba a ser durante muchos partidos su compañero de ataque. El rey de la habilidad en pequeños espacios recuerda que la llegada de Hugo «fue impactante, algo inesperado para todos. Era top mundial, aunque ya estuviera en su última etapa. Algunos decían ‘a ver si va a venir en plan estrella’ y yo decía ‘no, es que es una estrella’. Le veías y era diferente».
Un Hugo ‘maqueao’
Hugo Sánchez era un monarca de los últimos metros. Onésimo rememora que el mexicano «en el área era impresionante. Creo que ni en los entrenamientos le vi dar dos toques al balón. Remataba de primera y ya. Al final nos quedábamos con los porteros entrenando, yo centraba y él remataba, claro, cómo iba a ser. Las chilenas no hacía falta ni entrenarlas. Era una maravilla verlo. Tenía ese remate e intuición que se tiene o no se tiene».
Ver a Hugo Sánchez en el área era un espectáculo; cuando íbamos a tomar algo mezclaba e inventaba bebidas, yo las llamaba las ‘Hugoladas’
De un futbolista como Hugo hay aventuras en el césped para llenar una biblioteca. Onésimo certifica que el azteca «entendía muy bien el juego. En esa época a los delanteros nos daban, pero él era muy listo. Se protegía muy bien. Había partidos de mucho barro y pelea, yo iba con los pelos cada uno por un lado, y le miraba y estaba ‘maqueao’. No parecía que hubiera sudado».
‘Onésimo, ponte ahí’
No era el césped la única finca donde brillaba Hugo Sánchez, un controlador de otros matices del oficio. Onésimo desvela detalles: «En un reportaje que nos hicieron juntos yo estaba deseando terminar e irme. Y él, que no, Onésimo, mira, ponte y posa al lado de ese palo, con ese perfil. Y yo pensaba, ‘este qué dice’. Era un profesional para todo».
La integración de Hugo también se vivió fuera del campo. Onésimo revela otra costumbre distinta de Hugo Sánchez: «En los bares hacía mezclas con las bebidas. Cogía una clara, echaba más cosas y le ponía algo de picante. Se inventaba bebidas. Yo decía, ya estás con las ‘Hugoladas'». La aventura de Hugo, que hizo 16 goles en 29 partidos, terminó de mala manera porque el Rayo, tras dos meses finales nefastos, descendió a Segunda.
Ahora llega el turno de otra estrella. Onésimo afirma que «James ha sido una sorpresa. La afición del Rayo merece ver esos futbolistas. Viene a sumar y tiene similitud con lo que sucedió con Hugo».
Laurie Cunningham_ en el Rayo Vallecano
Los millones de Morena
Unos años antes, en 1979, Fernando Morena, colapsó la terminal de Barajas. El delantero centro uruguayo, icono a tiempo completo en el Peñarol de Montevideo, era un goleador de fama internacional que terminó por sorpresa en el Rayo Vallecano. El coste de la operación superó los 40 millones de pesetas, una cifra de equipo grande.
Antonio Anero, leyenda en la zaga del Rayo, tira de memoria para recordar la etapa del uruguayo, la primera estrella de resonancia mundial que llegaba a Vallecas. Certifica que Fernando Morena «fue un revulsivo. Un tipo fenomenal que aportaba mucho. Era un líder, un reconocido crack mundial y para el Rayo fue un orgullo tenerle. Es de los mejores jugadores que he visto en un campo».
En el ánalisis de su juego, Anero estima que el uruguayo «fuera del área no era excepcional, pero en el área balón que cogía lo convertía en ocasión de gol. Era muy preciso al finalizar la jugada. Uno de esos jugadores que tenían cabida en cualquier equipo. Sus características se resumían en muy buenos movimientos, los controles que hacía y el golpeo. No era velocísimo».
Cuando ficharon a Cunningham no nos lo creíamos; era humilde, se preocupaba de si habíamos cobrado; le vimos los slips negros y fuimos todos a comprarnos slips negros
El fichaje del uruguayo fue chocante para un equipo en el que no había costumbre de albergar estrellas. Anero recuerda que «Vallecas fue moderado en su acogida. Es normal al principio pensar ‘a ver este tío por dónde sale’, pero se vio pronto que daba la cara. Era un tipo simpático que animaba a todos aunque la aventura no acabó bien porque la segunda vuelta fue mala y descendimos. Le fichó el Valencia».
Distintas imágenes de Fernando Morena en su etapa en el Rayo
El zaguero recuerda que el Rayo viajó a Uruguay a disputar algún partido con motivo del traspaso.Anero vio que en su país «le conocía todo el mundo. Se le conocía como ‘El Potrillo'». Fernando Morena, en su única temporada en el Rayo, sumó 21 goles. «Daría dinero por ver en algún sitio, en alguna televisión, los goles que hizo en el Rayo. En algún lado estarán…», concluye Anero.
Entre Morena y Hugo hubo tiempo para otra estancia relevante. En 1986 el Rayo reclutó a Laurie Cunningham, el inglés que cautivó al Madrid para que le fichara en 1979. Procedente del Leicester, con 30 años, a Cunningham no le importó jugar en Segunda con la franja. Disputó una temporada y volvió para la 88-89. Al término de esta campaña un accidente de tráfico en Madrid segó su vida.
Un Cunningham ‘cajero’
César Mendiondo compartió aquel periplo. «Que llegara Cunningham, que era una leyenda con pasado en la selección inglesa y en el Real Madrid, fue una sorpresa, no nos lo creíamos. Fue un año que se me quedó grabado», asevera.
La huella de Cunningham no se borra. Mendiondo recuerda del inglés «lo primero, su humildad. Siempre estaba pendiente de los jóvenes, de si habíamos cobrado porque en esa época cobraban los cuatro primeros que llegaban al banco. Cunningham y Rubén Cano llegaron a decirnos que si necesitábamos dinero para llegar a fin de mes que nos lo daban».
Desde siempre Cunningham impresionó por su arquitectura física. Mendiondo certifica que poseía «cuerpo de culturista, era genético. Era el primero en llegar a entrenar aunque ya estaba tocado por problemas físicos. Un futbolista especial con ese golpeo con el exterior. Así lanzaba los córners. Su muerte nos dejó con una sensación de vacío».
Tener a Fernando Morena fue un lujo, era un crack mundial, de los mejores que he visto en un campo; cualquier balón en el área lo convertía en ocasión de gol
Mendiondo recuerda que a Cunningham «le gustaba mucho bailar. No era un tipo presumido, de espejos y eso. Se venía con nosotros a tomar algo sin ningún problema. No iba de estrella».
El que fuera zaguero rayista sella una anécdota: «Iba hace unos años con Sabas para ver un partido del Rayo y vimos a strong>un chaval con una camiseta de Cunningham. Le preguntamos por qué la llevaba y nos contestó: ‘soy su hijo’. Joder, nos pasamos un buen rato contándole cosas de su padre».
Cunningham y Hugo Maradona posan antes de un partido del Rayo Vallecano
La compra de los ‘slips’
Mendiondo cuenta entre risas lo que sucedió con Cunningham y su vestuario: «Fue el primer jugador al que vimos con el slip negro. Nosotros íbamos con los calzoncillos blancos de toda la vida. Fue verle y todos a comprarnos slips negros».
El defensa también coincidió entre el 88 y el 90 con Hugo Maradona (fallecido en 2021), al que la llama de la fama le venía desde el registro civil. «Hablábamos poco de su hermano. Ascendimos con él. Era menos currante que Laurie Cunningham, pero si le dabas el balón era un seguro de vida. Llamaba la atención por su calidad». Todos iniciaron un camino con el Rayo que ahora sigue James Rodríguez.