A principios de los 80 el madridismo se enamoró del Castilla. Sin más altavoz que el boca a boca, se corrió la voz de que los ‘niños’ dirigidos por Amancio jugaban como los ángeles. La expectación fue tal que llegaron a reunir a 85.000 almas en el Bernabéu para ver un Castilla-Bilbao Athletic. Fue el momento álgido de un equipo que, con Butragueño
como ‘cabeza de cartel’ al frente de una generacilt;div class=’hidden-content signwall’>
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