Si existe alguna persona en el mundo a la que no le produzca cierta ternura la figura de Jesús Navas, yo es que ya no entiendo nada. El capitán del Sevilla sonreía como un niño emocionado mientras sus compañeros y la grada del Sánchez-Pizjuán le brindaban una victoria en su último derbi. Sus ojos vidriosos son ya patrimonio del sevillismo. Se está viviendo una despedida por capítulos, que dé tiempo de agradecerle una y mil veces todo lo que le ha dado al fútbol en Nervión y en toda España. Pudiese parecer quizás un exceso de esos flamencos del Sur que no tenemos fin en las celebraciones. Para nada. Porque el regalo no está siendo sólo en una dirección. No todos los homenajes son para el capitán. El último regalo se lo está dejando el propio Jesús a su Sevilla. Su sola presencia en el vestuario, en el día a día, dejando ver cómo sufre en cada carrera durante los entrenamientos, ha generado en el vestuario una sensación de deuda permanente con el ’16’. Los jugadores se unieron para dedicarle la victoria en el derbi, pero igualmente se han unido para que los últimos meses de Navas sean lo más brillantes posible. Una comunión dentro de una plantilla joven, con jugadores de la cantera que veneran a la leyenda sevillista y otros que han interiorizado el ejemplo que les demuestra su capitán. El último regalo de Jesús era ayudar en la transición, en el cambio de proyecto. Como siempre, no se ha quedado ahí. Su liderazgo silencioso ha levantado al Sevilla. Incluso ha permitido que el entrenador obtenga una carta que no tenía categorizada. La plantilla cree en su propuesta. Y cuando surge alguna duda por un mal resultado, miran a su capitán. Levanta la mano para ayudar aunque no pueda ni subir las escaleras que dan acceso al césped del Sánchez-Pizjuán. Toda la incertidumbre se evapora en los ojos de Navas. Anoche abrió el regalo más deseado que quedaba debajo del árbol de su carrera. Celebrar su último partido ante el Betis con una victoria. No había otro camino. Su bandera de la conquista del derbi sevillano quedará por siempre clavada en el Gol Norte del Sánchez-Pizjuán.
No fue el mejor partido de Jesús en lo puramente futbolístico. Se remangó como uno más para mantener la ventaja. García Pimienta sabe que está para pocos ratos viendo que en las dos últimas titularidades su sufrimiento ha sido excesivo. Pedirle más es irracional. No es que juegue cuando quiera, pero se ha ganado el ir sumando sus últimos partidos a pequeños sorbitos. Que reciba un homenaje en cada partido en casa hasta Navidad. Y su presencia le hace bien al equipo también en la hierba, pues todos perciben esa electricidad que desprende la grada por la presencia del ídolo eterno. Sin jesús sobre el campo, el Sevilla realizó su partido más completo. Competitiva y futbolísticamente hablando. Aquí hay que resaltar a un entrenador que califiqué como «bueno» a inicios de temporada, pero que incluso me está sorprendiendo por encima de lo esperado. Porque optimiza lo que tiene. Absoluta prioridad. Y su cintura es mucho más móvil que los prejuicios que se pudieran tener por su formación en Barcelona. El tortazo en Vitoria, que provocó la aparición del irracional temor a otro año de cuchillos largos, ha servido como aviso al grupo. Si el Sevilla no juega a máximas revoluciones, es vulnerable. No hay más. Muchos gregarios y pocos artistas. Los brazos nunca pueden estar bajados. Compitió el derbi como el Sevilla siempre lo hace (menos aquel lastimoso de Diego Alonso). Con Joaquín Caparrós mirando desde el palco. Un equipo que bien podía haber firmado el utrerano. Guerrero y artista. Puro Sevilla.
Esta victoria debe significar una mirada distinta del equipo, el club y el entorno a lo que resta de temporada. Bien es cierto que la situación económica y social es altamente preocupante, con una Junta Extraordinaria donde los accionistas relevantes ofrecerán otro espectáculo tan alejado de lo que es el sevillismo que ya empieza a cansar. La pata deportiva, dentro de sus limitaciones, comienza a limpiar cabezas y corazones, apretados en un sinvivir las dos últimas temporadas en la faceta liguera. El derbi no deja de ser un partido más. Pero su significado en tiempos de ruina le añaden un punto moral fortísimo. El vestuario del Sevilla se convirtió en una fiesta por la victoria. García Pimienta, al igual que en la derrota contra el Alavés, tiene el otro punto diferencial por arriba para apretar a sus hombres y que no bajen de ese nivel de exigencia. La siempre cacareada exigencia de Nervión, y que se ha ido disimulando por la cadena de equipos con escaso fútbol y menos alma del último año y medio, debe regresar en sentido positivo. Que el arrojo, la fortaleza y la valentía tengan su reconocimiento. El liderazgo debe llegar desde el banquillo. Sin aspavientos. Con naturalidad. Que la personalidad la pongan las personas con cabeza. Jesús Navas es el mejor exponente del nuevo Sevilla, aunque sea el jugador más veterano. Constancia, entrega, solidaridad, compañerismo y puro corazón. No es mala mezcla para hacer despegar a un proyecto. Un regalo inolvidable. El de Jesús al Sevilla. El amor del Sevilla a Jesús, más que un regalo, es una bendición para toda la vida. Protector de la fe sevillana y sevillista. Un Santo que juega al fútbol como los ángeles.