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O Bellingham cabreado, por no ser tan finos. No son solo las palabras, también los gestos marcan indicios de un camino peligroso. Lo que está claro, haya dicho lo que sea, es que un exceso de ira o frustración frente al árbitro no es una buena idea. Hasta ahora Bellingham lo manejaba bien. Pero aun teniendo razón ahora, va por la senda de Vinicius y no creo que el Madrid pueda permitir que sus dos estrellas presionen igual al árbitro. Es un error, porque, como siempre, el contrario va a sacarte del partido. Y no se puede faltar al árbitro. Espero que se hable y cese la obsesión arbitral, pase lo que pase. No podemos perdernos ni un minuto de fútbol de Bellingham o Vinicius.
Los toques
Hace una tarde hermosa y el sol radiante ocupa el cielo. La gente sube con sus enseres de partido y sus camisetas y banderas. Hay muchos grupos de gente joven que ríen y andan con la premura de llegar pronto al estadio y ver los toques de los jugadores cuando calientan. Eso dice un chaval a su grupo. Cuando tocan rápido te vuelves loco. Venga vamos, se dicen mientras corretean. Hay muchas familias. Padres e hijos sobre todo, algo que me lleva directo al túnel de la memoria. Y extranjeros, dos japos van con un gozo inimitable. Los ingleses con la desventura en los ojos, pero cualquiera sabe. Precaución. Me meto entre la multitud y aprieto un poco. Tampoco quiero perderme los toques. Es alucinante.
La Champions es lo más
No sé si será esa maravillosa música que bulló en la cabeza de Haendel como un himno de la coronación. O que sabes que lo mejor de lo mejor está ahí, y que a su gloria solo le llega la de un Mundial. La historia grandiosa de una competición que es la más deseada a nivel de club es lo que es. El viento suave y cálido viaja por la Castellana lleno de rostros que tienen el ansia de emoción de la Champions. Emoción especial si eres madridista o francés, porque puedes ver a los mejores de tu país, y ya, pues te haces del Madrid. Los días de Champions para mí son de fiesta. El campo a veces, el bar, los comentarios, los gritos, la alegría o la decepción son las más intensas.
Una noche feliz
Valverde trunca la avanzada de un contrario, pone su cuerpo y le frena mientras el balón se pierde por el fondo. En tanto Asencio, al lado, siguiéndole, anima con toda su fuerza al compañero, le felicita después por haber ganado el esfuerzo. Asencio viene de categorías inferiores, pero parece llevar jugando varios años. Este hecho dibuja al Madrid ahora. Si al talento le añades la solidaridad del grupo, pasa lo que hemos visto hoy. El talento fluye con naturalidad. Mbappé letal, el equipo letal. Aunque es un City sin pólvora, algo sestero, jugar con tanta autoridad en Europa no es fácil con nadie. La noche, fría, de leve viento, se llenó de rostros felices bajando por la Castellana en busca de un sueño feliz.