La FIFA dio un paso importante al anunciar la unificación de las ventanas de septiembre y octubre en una sola concentración, que se extenderá del 21 de septiembre al 6 de octubre. Con este ajuste, busca reducir los constantes parones que fragmentaban la temporada de clubes.
Para las selecciones nacionales, la medida representa una oportunidad valiosa. En lugar de trabajar apenas unos días y volver a liberar jugadores, ahora dispondrán de 16 jornadas seguidas para preparar partidos oficiales o amistosos, algo que facilita la planificación a largo plazo.
Este bloque más amplio de tiempo permitirá a los entrenadores diseñar concentraciones completas, organizar giras internacionales y trabajar con mayor profundidad en aspectos tácticos. No se trata solo de jugar más partidos, sino de construir procesos con continuidad.
Del lado de los clubes, la decisión trae un alivio relativo. Con menos interrupciones en el calendario, las ligas podrán mantener un ritmo más estable y evitar los vacíos competitivos que afectaban la asistencia y la televisión. Sin embargo, no todo es positivo.
Los jugadores enfrentarán un desafío mayor: concentrar hasta cuatro compromisos internacionales en apenas dos semanas supone un esfuerzo físico considerable. Si bien habrá menos viajes dispersos, la acumulación de partidos puede traducirse en fatiga o riesgo de lesiones.
Las confederaciones también salen beneficiadas con el cambio. Al contar con un calendario más previsible, podrán organizar con mayor orden los clasificatorios y torneos regionales, evitando choques de fechas o sobrecarga en los calendarios.
Pero esto también deja alguna duda: ¿Será suficiente la recuperación de los futbolistas al regresar a sus clubes?

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