Chile vive días de fútbol intenso y, al mismo tiempo, de proyección. Ser anfitrión del Mundial Sub-20 de la FIFA 2025 no solo significa organizar un torneo juvenil, sino también consolidar una apuesta que combina deporte, desarrollo y legado.
El certamen, que se juega desde el 27 de septiembre, implicó una inversión total cercana a los 42 millones de dólares, entre aportes del Estado y de la FIFA. La cifra no busca un retorno inmediato, sino dejar bases sólidas para el futuro del deporte en el país.
De ese monto, la FIFA destinó unos 25 millones para la operación general del evento, mientras que el Estado chileno aportó 17 millones a través del Comité Organizador Local. La meta fue clara: eficiencia y proyección a largo plazo.
El torneo se concentra en cuatro ciudades: Santiago, Valparaíso, Rancagua y Talca, todas ubicadas en el centro del país. Esta decisión no solo redujo costos logísticos, sino que permitió que los desplazamientos fueran cortos, priorizando la sustentabilidad y la organización eficiente.
La infraestructura fue el corazón de la inversión estatal. Cerca de 13,6 millones de dólares se destinaron a remodelar estadios, mejorar iluminación, tribunas, accesos y sistemas tecnológicos. La idea era elevar el estándar sin caer en grandes construcciones.
Una de las innovaciones más destacadas fue la incorporación del pasto híbrido en los estadios Nacional y Elías Figueroa Brander. Esta tecnología, que combina césped natural y sintético, garantiza durabilidad y menor consumo de agua, con una vida útil estimada de hasta 15 años.
El proyecto de mantenimiento impulsado por la FIFA incluyó la entrega de 113 máquinas especializadas y la capacitación de más de 90 profesionales encargados del cuidado de las canchas. El entrenamiento fue liderado por Alan Ferguson, experto que gestionó el césped del mítico Old Trafford.
Este trabajo no solo beneficia al torneo actual, sino que fortalece la infraestructura deportiva chilena de cara a futuras competencias y al desarrollo de clubes locales. El concepto de “legado” se materializa, así, en conocimiento y tecnología aplicada.
Desde lo deportivo, Chile busca repetir o superar el histórico cuarto puesto que logró en 1987, cuando también fue sede. Sin embargo, el objetivo más profundo es revitalizar su fútbol, hoy necesitado de nuevas figuras y de un proceso que reemplace a la recordada “Generación Dorada”.
El impacto económico también es relevante. Si bien aún no hay cifras oficiales, el precedente de Argentina 2023, que atrajo más de 360 mil visitantes, marca un horizonte optimista. El gasto turístico y la visibilidad internacional podrían impulsar a Chile más allá del final del torneo.

English
Français
Español 


