
El nombramiento de Ron Gourlay como CEO de fútbol en el Valencia el pasado mes de mayo dejó un poso de nueva era en el club… a priori. Un profesional más centrado en este negocio de una ‘empresa deportiva’ no como su antecesora. Pero el tiempo está dejando dudas. En gestionar la composición de una plantilla y al mismo tiempo la de encabezar esa crisis y tomar cartas en el asunto con rotundidad para buscar soluciones.
Ahora es presente y lo que toca es tratar de arreglarlo a corto plazo con los que hay… El Valencia transmite en estos momentos un estado de descomposición en la gestión que toca ya lo deportivo. El equipo no acaba de funcionar. Pero no hay una cabeza visible que salga a atajar el problema que hay en este momento -un bloqueo deportivo- con ciertos aires de líder y de pedir explicaciones, de exigir mayor esfuerzo… De dar imagen de club, en definitiva. El rol de Gourlay que, de momento, no ve dar ese paso de, posiblemente, entrar en un vestuario para exigir como institución una reacción deportiva. De dar esa cara y mostrar una imagen de presencia rotunda. Porque el Valencia no puede estar en puestos de descenso.
Gourlay y sus funciones en otros equipos
Lo cierto es que Gourlay llegaba al Valencia bajo el cargo de CEO de fútbol. Pero no es un ‘fichador’ en sí. Es un gestor de recursos humanos. Es más, ya dejó caer que llegaba para controlar con ciertos aires de prioritarios el proceso final para el cambio de estadio al Nuevo Mestalla. Pero lejos de liderar en todos los sentidos, su función tratar de rodearse de gente a los que dirigir.
Ahora bien, aquí entra lo que debería ser esa figura como alto cargo del club en materia deportiva. Dar la cara y ‘coger la crisis (el toro) por los cuernos’ (en un símil propiamente taurino). De pedir explicaciones en un vestuario por ejemplo… Debería dar la imagen fuerte de club en todos los sentidos. Incluso para exigir y saber lo que ocurre a nivel deportivo de primera mano y enfrentarlo cara a cara incluso en un vestuario. Para ello tiene en su tarjeta de presentación la máxima distinción deportiva en el club: la de CEO de fútbol.
El fútbol no es salir, hablar y decir la famosa frase de «queremos hombres y no niños». El problema hay que atajarlo de raíz. De mirar, en este caso, ‘cara a cara’ a todos dentro de un vestuario después de la situación de estancamiento que hay.
No hay más que ver las formas de funcionamiento del WBA con el Valencia, salvando ciertas distancias. Pero en su día cuando era ejecutivo deportivo del WBA, en esa época los asuntos financieros clave recaían en Lai, el dueño, quien residía en China. «Esa decisión de inversión recae en el accionista principal. No en mí. Las decisiones las tiene que tomar él», indicó Gourlay.
«Como director ejecutivo, tengo que gestionar el día a día. Al fin y al cabo, soy un empleado. Mi trabajo es hacer lo mejor que pueda con las herramientas que tengo a mi disposición», explicaba en una entrevista a la BBC.
La sensación que sigue dejando este club es que nadie es capaz de tomar decisiones de primera mano y que todos se cubren bajo el manto de Singapur y evitan los ‘cara a cara’. Y por la forma de pensar de Gourlay en otras situaciones de club como la que tuvo en el WBA, muy parecida a la del Valencia, ya dejó claro hasta dónde llegaban sus funciones.
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