El Sevilla está al borde del abismo. Otra vez. Tras resucitar como local en este 2023, el conjunto andaluz no ha conseguido despegarse del vagón de cola y vuelve a montarse en él, después de lograr una única victoria en las últimas cuatro jornadas, cediendo por primera vez en su estadio en el nuevo año (Osasuna) en un partido donde quedó señaladísimo quien hasta la fecha se había librado del dedo acusador: Jorge Sampaoli.
El entrenador no es capaz de alejar a su equipo de la quema, después de muchos meses en el cargo. Las mejoras evidentes en la competitividad del cuadro nervionense, con también picos de forma altísimos de jugadores clave (En-Nesyri), no han posibilitado sin embargo que se encadenen numerosos resultados positivos, bajando mucho las prestaciones del equipo lejos de su estadio y fiándolo toco a la fuerza como local, cuando en el alambre todo puede darte la espalda más pronto que tarde. La dirección de partido de Sampaoli ha encendido las críticas.
Porque el Sevilla hizo un mal partido ante Osasuna. Por ocasiones pudo igualarlo e incluso vencer, pero el juego fue por rachas, más por la propia presión de competir en casa que por convencimiento en lo que se estaba haciendo. Y Sampaoli lo terminó de rematar con sus cambios. Y no es la primera vez. Porque cuando el Sevilla comenzaba a sentir que podìa doblegar al conjunto rojillo, llegaron esas extrañas sustituciones del técnico de Casilda, al que le gusta intervenir, cambiar a jugadores de posición en su intento de sorprender al rival, cuando realmente desordena a sus propios jugadores.
Ya le ocurrió en Vallecas, recurriendo a un falso delantero que nunca le funciona, con Acuña o Montiel de mediocentros en algunos momentos. Cierto es que las bajas en defensa y en el pivote defensivo, debiendo inventar más de lo aconsejable, le han abierto la puerta a ciertas invenciones que comienzan a molestar dentro de la propia estructura sevillista, que conocían esta tendencia ‘sampaolista’ al intervencionismo. Pero esperaban que sólo el entrenador incidiese en las mejoras, no insistiese en lo que no le funciona.
Porque Sampaoli ya ha comprobado que Bryan no puede ser carrilero en un partido donde puedan hacerle dos contra uno en banda o deba cerrar su palo. Rayo y Osasuna abusaron de su inexperiencia. Aun así, el argentino insiste. También en colocar tres hombres atrás cuando su centro del campo hace aguas. O en no darle la dirección del equipo en ataque a quien mejor está, como Suso. Se agarra por momentos a jugadores con predicamento en el vestuario (Rakitic), pese a conocer sus limitaciones antes del propio partido.
Pecados de entrenador que asustan en el sevillismo y que no dejan al propio club una semana tranquila. Porque la situación en LaLiga agobia al más pintado. Nadie quiere pensar en que haya que tomar una decisión drástica. Los nervios mostrados siempre en el banquillo por Sampaoli y su equipo son la muestra evidente de que las situaciones complicadas pueden ahogar al más valiente. De su mano ha mejorado el Sevilla a la hora de competir, renunciando incluso a axiomas que pareciesen innegociables; pidió e intervino en fichajes que han elevado el nivel de la plantilla; y ha mejorado el nivel individual de jugadores que parecían perdidos para la causa. Todo eso está en su haber. En su debe, la clasificación del Sevilla. No sale de la quema cuando parecía tenerlo todo en su mano. ¿Y si regresan las malas? Sampaoli desconcierta al Sevilla.
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