Lo suyo ya da incluso para un documental. Y en eso andan sus compañeros, aunque guardaran la sorpresa hasta la semana pasada. Carlos Martínez (Madrid, 1964), maestro de narradores, es comunicación con mayúsculas.
Pregunta. 19 de agosto de 1990. ¿Qué le dice la fecha?
Respuesta. Pues hombre, la fecha en sí misma no la recordaba como tal, pero evidentemente debe referirse a la primera transmisión que hizo el Plus de fútbol en España… y que además tuve yo la fortuna de hacerla en el Trofeo Colombino. La gente a lo mejor no sabe que el primer partido no lo emitimos. Lo trabajamos como si fuera a emitirse, pero había tanto miedo a que aquello no saliera bien que no se emitió. Se emitió el segundo, porque era un día que había dos seguidos, un Atlético-Betis y un Recreativo-Athletic. Y recuerdo, por ejemplo, y eso sí que es anecdótico, que el primer gol que se cantó en el Plus fue un gol del Txingurri Valverde de cabeza, que creo que no marcó ninguno más en toda su carrera.
P. De eso hace 35 años. Y aquí sigue, iniciando su trigésimo sexta temporada…
R. Yo supongo que lo que me pasa a mí le pasa a todo el mundo, ¿no? Cuando uno echa la mirada para atrás, especialmente cuando van pasando los años, te parece que fueron ayer las cosas que hacías con treinta o con veintitantos. Me siento un privilegiado por hacer algo que me sigue apasionando de exacta manera y tengo las mismas energías que cuando empezamos hace tantos años. Si me pongo a pensarlo, digo ‘36… ¡Qué barbaridad!’ Pero no tengo ninguna sensación de cansancio, de hastío, de ‘esto ya lo he hecho’, sino todo lo contrario.
El fútbol es algo tan maravilloso que te permite estrenarte todos los días, porque nadie sabe qué va a pasar en la siguiente jugada. He visto tantos partidos cambiar que uno tiene que estar cuando narra preparado para contar algo que no ha visto.
Yo me siento un privilegiado por hacer algo que me sigue apasionando
P. Es muy difícil mantener la ilusión tantos años. ¿Se considera afortunado?
R. No es que me considere, es que soy absolutamente consciente de que soy terriblemente privilegiado. Primero porque esto arrancó con una cuestión de azar. Yo iba a hacer el inalámbrico y José Ángel de la Casa, que recientemente nos ha dejado, iba a ser el narrador, porque lógicamente la apuesta por hacer una televisión de pago en el año 90 era casi un disparate económicamente hablando, y se buscaba entonces a alguien que tuviera plenas garantías. ¿Quién mejor que José Ángel, que era la referencia absoluta de la narración de fútbol en televisión? Pero se dieron una serie de circunstancias, como que no consiguió la excedencia de Televisión Española. Total, que yo me enteré tres horas antes de que tenía que narrar el primer partido.
A partir de ahí la sensación es de privilegio absoluto, porque uno trabaja en una casa que es una maravilla y porque uno trabaja con un material que es una maravilla. Si además, como es mi caso, te encanta el fútbol, pues siempre tienes la sensación ésa que decía de estreno. Entonces tiene que estar uno permanentemente de puntillas, preparado para contar algo que no ha vivido y ser capaz de describirlo con la mayor emoción posible.
P. Se han jugado ya tres jornadas, pero… ¿cómo se afronta el nuevo curso?
R. Bueno, hay una cosa que sí termina pesando a veces, que es la enorme cantidad de viajes que vamos acumulando, sobre todo cuando llega el final de temporada. Supongo que es una cosa humana. Pero ahora mismo, después de un verano que además ha sido suficientemente largo, uno está con las energías a tope. Yo creo que tiene que ver primero con que a mí me gusta mucho lo que hago, y después con que me gusta con quién lo hago.
Quiero decir que somos muy colegas, muy amigos, muy compadres, los que hacemos las transmisiones, y por lo tanto es una sensación, repito y no quiero ser pesado, pero es que es verdad, de puro privilegio. De decir ‘oye, ¡qué suerte tengo!’ Yo no hago quinielas y generalmente no echo la lotería, salvo lo lógico del 22 de diciembre que echamos todos, porque tengo la sensación de que ya me ha acompañado la suerte lo suficiente.
Me enteré de que tenía que narrar el primer partido tres horas antes del inicio
P. Movistar Plus+ recupera el fútbol, con esa realización que se había quedado LaLiga unos años. ¿Cambia la perspectiva?
R. A ver, a mí me pidió la casa seguir en las narraciones cuando LaLiga empezó a hacer los partidos de manera directa, y yo estuve encantado de acompañar ese viaje. Durante todo ese periodo de tiempo he trabajado con gente muy diversa, con Casillas, con Mendieta, con Schuster, con Morientes, con Axel Torres, con Isabel Forner abajo… con mucha gente. Y yo he estado muy a gusto con todo el mundo, pero creo que cada uno de ellos entenderá que, efectivamente, cuando tienes un equipo formado…
Es que ‘Maldini’ lleva en la tele desde que yo entré, desde el año 90, y entonces la cantidad de vivencias que puedo tener con Julio profesional y personalmente son difícilmente sustituibles a la hora de narrar un partido. Entonces, la sensación este año de recuperación de las transmisiones con la producción a la manera del Plus es una gran noticia. Y repito que durante todo este periodo de tiempo, en el que no ha sido así, creo que se notaba que me lo pasaba bien con mis nuevos compañeros. Pero oye, es como volver a casa… y no se está en ningún sitio mejor que en casa.
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P. Hace 35 años no había redes sociales para juzgar cada palabra que dice un narrador durante horas…
R. Bueno, pues hay que adaptarse a esa circunstancia. A ver, yo tengo muy en cuarentena todo lo que pasa en las redes sociales, porque creo que, y la culpa la tenemos los medios de comunicación tradicionales, hemos sobrerrepresentado el valor que tienen. Cuando nacieron era una cosa tan maravillosa esa sensación del periodismo ciudadano, de que todo el mundo tenía opinión y podía empoderarse desde ella, que se podían montar corrientes incluso fuera del ‘establishment’… Pero esa cosa como de aire fresco yo creo que ha dado paso a otra que no tiene nada que ver con el origen, a una acumulación de ‘haters’ alrededor del fútbol que se explica claramente en que prácticamente es imposible encontrar un comentario positivo, no sobre mí, sobre nadie. O sea, incluso sobre los futbolistas.
Entre todos hemos sobrerrepresentado el valor que tienen las redes sociales
P. Además se da el caso que se puede acusar de una cosa y de la contraria…
R. Yo siempre pongo el mismo ejemplo, y tampoco quiero reiterarme, pero me parece que demuestra claramente por dónde van los tiros. Una cosa es que la gente opine o que tenga la sensación de que tú sesgas las narraciones por un lado, por otro, oye, cada uno es como es y tiene plena libertad para entender las cosas de una manera, pero hay cuestiones que son completamente objetivas. O sea, yo narro un gol y narro un gol. Es el mismo para todos, el mismo, más alto, más bajo, pero el primero te dice que qué vergüenza, que parece que estoy en un funeral, y el siguiente que qué vergüenza, que parece que estoy en la boda de mi hermano y qué alegría y qué alboroto. Bueno, pues es que eso, que es un hecho objetivo, provoca situaciones completamente diversas en parte de los receptores. Evidentemente tú no puedes dejarte influir.
La escena se ha ocupado por los que están encantados de estar en el barro y eso no representa la realidad. La realidad es la que yo veo cuando vengo a hacer un partido en Mendizorroza y la gente, no digo la totalidad, porque no quiero parecer presumido, pero la enorme mayoría que se te acerca lo hace para valorar tu trabajo. Si fuera verdad lo que cuentan las redes, habría que salir a la calle con dos tanquetas y un batallón de la Unidad de Intervención.
P. ¿Los medios también tenemos nuestra cuota de responsabilidad?
R. Bueno, tiene que ver con que los medios de comunicación tradicionales han utilizado las redes sociales como si fueran reflejo de la sociedad. O sea, se han elevado titulares sacados de un ‘trending topic’ de 500 tíos a categoría absoluta en tu periódico, en el otro, en las radios… todos hemos caído. Miramos qué dice Twitter como si fuera una encuesta científica sobre la sociedad. No, perdona, una encuesta requiere de mucho estudio: no vale con que unas cuantas personas se pongan a hacer ruido con cualquier tema.
Michael me dijo: ‘Esto me va a matar un día… pero no el resto de los días’
P. ¿El Mundial de 2010 es su mejor recuerdo?
R. Con mucha diferencia. También lo he contado mil veces: yo creo que mi generación, acabo de hacer 61 años, no soñó siquiera con la posibilidad de que fuéramos campeones del mundo. O sea, ni de lejos. Sería Inglaterra, Alemania, Argentina, Brasil, Francia, Holanda… pero desde luego nosotros no. Nos faltaban cosas. Pero llegó esa generación, y primero con Luis en la Eurocopa y después con Vicente en el Mundial, pues nos dieron esa enorme satisfacción y además de una manera tan bonita, tan espectacular, demostrando que el fútbol es el más maravilloso de los deportes.
Y no porque sea el que más me guste, sino porque no hay un solo deporte con tantas tipologías de atletas. O sea, se puede llegar al triunfo a través de ser un morlaco de 1’90 o se puede montar una colección de liliputienses que no aguantan un viento de 100 kilómetros por hora y resulta que terminan haciendo un equipo tan maravilloso que nos gana el Mundial y de la manera que lo gana. Ojalá tenga la oportunidad de volver a contar algo así, pero no hay nada ni parecido a eso. Todas las sensaciones que tengo de ese Mundial son de autenticidad absoluta, de estar disfrutando como un auténtico enano. Julio siempre cuenta que todavía le duele el brazo por el apretón que le di cantando el gol de Puyol en la semifinal. Es que fuimos campeones del mundo… ¡Campeones del mundo! Mira, todavía se me ponen los pelos de punta.
P. Y que España fuera campeona y disfrutara tanto un inglés…
R. Bueno, Michael murió siendo casi más español que inglés. Y eso que él nunca renunció a su ciudadanía en el sentido cultural, pero es que es el inglés más español que ha habido en la historia. Son 28 años a su lado, 28 años de lecciones de fútbol y de vida en general. Y, desde luego, si ya le faltaba algo para pasarse el juego fue el manejo que tuvo de la enfermedad. Cuando me lo contó me dijo: ‘Me voy a morir. Tengo un melanoma en estadio cuatro. No tiene arreglo y me va a matar. Pero me matará un día. No me va a matar el resto de los días hasta que me mate’.
Y, efectivamente, fue un año y medio de ver que lo intentaba de todas las maneras, ni mucho menos se abandonó, pero que quería seguir disfrutando de la vida cada día, como había hecho en los 63 anteriores. Fue una enseñanza vital enorme… después de muchas enseñanzas anteriores. Yo crecí a la sombra de Michael, que fue un fenómeno de la comunicación a la altura, yo qué sé, de Arguiñano y de tres más en este país en los últimos 30 años. Todos los días aprendías algo en lo profesional y, especialmente, en lo vital.
P. A todo esto, y es la última ya… ¿qué le aporta la escalada?
R. A mí me gusta hacer cosas, digamos entre comillas, alternativas. O sea, a mí me gusta mucho la sensación de anonimato. No es que yo sea el tipo más popular de la tierra, no soy Tom Cruise ni me para la gente por la calle, voy al Carrefour y hago la compra y no pasa más que un cuchicheo ahí al lado, pero cuando haces cosas en las que no cabe esa sensación de notoriedad, porque todo el mundo está a otro rollo, pues no doy ningún mérito desde la dificultad, sino que simplemente me gustan y lo que sí encuentro es que se parecen mucho en esa sensación de que estás o no estás. Últimamente me ha dado por el espeleobuceo y se lo contaba al instructor que he tenido. Eso te aísla y te focaliza de tal manera que yo encuentro mucha satisfacción.
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