El partido contra el racismo entre España y Brasil dejó una previa más contundente que el propio encuentro de fútbol, al menos en cuanto a la actuación de Vinicius. El futbolista del Real Madrid rompió a llorar al relatar su experiencia como víctima de insultos racistas. Hay quienes relacionan -creo que no son pocos- la presencia de las cámaras de Netflix en esa rueda de prensa con el derrumbe emo
cional del futbolista: como si fuera fácil provocarse el llanto, que se lo pregunten a los actores profesionales.
Jon Lee Anderson
, periodista y escritor que ha trabajado zonas de conflicto en todo el mundo, hace una estupenda reflexión sobre los protagonistas que aparecen en los medios de comunicación:
«Ser víctima no es ninguna virtud»
, reflexionaba el corresponsal de guerra norteamericano en el diario argentino
La Nación
. «Hay muchos periodistas que, a mi juicio, pecan al tratar de crear virtud en la víctima».
Y, lejos de cuestionar el trabajo de mis colegas, sí que pensé automáticamente en
Vinicius
, exclusivamente como
agredido
. Porque el futbolista brasileño
ha sufrido insultos racistas
que no se pueden justificar bajo ningún concepto. Es una víctima, aunque su estatus social, su nivel económico y su actitud en los terrenos de juego no sean los que habitualmente se atribuyen a una persona desvalida. Más bien al contrario. Es un
tipo
que se mete en todos los fregados, cuando no los provoca él mismo. «¿Entonces ya deja de ser una víctima, sólo porque no puedo mostrarla como alguien virtuoso?», se pregunta
Jon Lee Anderson
.
Evidentemente, no. Pero a este argumento se le puede dar la vuelta y mantiene todo su sentido.
Nada justifica los insultos
– ni los racistas ni los de ninguna naturaleza- contra nadie. Pero
ser víctima
de ellos no autoriza, ni siquiera como mecanismo de defensa, a desarrollar un comportamiento arrogante, provocador y camorrero.
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