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«Esto ya empieza a ser una coña de mal gusto». Fue Aspas el que alzó ayer la voz después de conocer que, una vez se mida el Celta al Girona, el próximo sábado a las 14.00, y al Leganés, el sábado posterior a las 14.00, la siguiente cita liguera, correspondiente a la vigésimo octava jornada del campeonato y contra el Valladolid, tendrá lugar otro sábado a las 14.00. No quieres caldo, toma tres tazas.
El bueno de Iago toma el relevo de la Real, que, apenas dos días antes y a través de sus redes, había despachado con un «para sorpresa de nadie» el anuncio de que recibirá al Sevilla un domingo a las 21.00.
Entre viernes, lunes y primera franja de los fines de semana, el cuadro celeste habrá jugado 14 partidos ya.
En última franja, la escuadra txuriurdin habrá disputado nueve de sus 14 partidos en casa.
Cada uno lamenta lo que estima oportuno. Celta, Real… y tantos otros.
Y, con independencia de que tengan o no razón, está bien que nos lo recuerden si, tal y como parece, lo hacen pensando en sus respectivas hinchadas. Porque, sospecha esta columna, son demasiadas las ocasiones en las que erramos el tiro en lo que a los horarios respecta. En cuanto salen echamos cuentas sobre el descanso para tal, cual o pascual (tres, normalmente), sin atender a lo que verdaderamente importa: a la vergonzosa dilación con que se hacen públicos y al no menos lamentable añadido de que muchas veces estén sujetos incluso a modificaciones posteriores. No importa una higa el aficionado, pobre diablo que quiere saber con antelación cuándo juega su equipo. A veces le da por sacar una entrada o, peor aún, por organizar un viaje…
Conviene insistir en que fue el domingo, mientras se disputaba la vigésimo quinta jornada, cuando se hicieron públicos los de la vigésimo séptima. O sea, ni dos semanas de margen. Cualquier día de éstos se divulgarán cuando ya se hayan jugado los partidos.
Y tiene guasa que se apunte a la Champions para explicar tanta tardanza o tanto cambio, como si nadie pudiera imaginarse que un equipo español llegara a octavos o como si, en ese caso, las posibilidades de que jugara un martes no fueran del 50 por ciento. Y suena a chanza que se señale también a la Copa, como si el calendario de la misma no viniera marcado desde el arranque del curso. Porque ésa es otra: por mucho que estén en lo cierto cuando reclaman, a los clubes siempre se les podrá reprochar que son ellos los que forman la Liga y que, a mayor gloria televisiva, es la Liga la que pone los horarios. De algún modo, se quejan de sí mismos.
Pero siempre es más fácil buscar culpables que buscar soluciones.
Así que sí: lo de los horarios es «una coña de mal gusto». Y ya iba siendo hora de decirlo…