Hay jugadores que no necesitan nada para adaptarse y jugar sin descanso, por mucho que barreras como el idioma o el conocimiento del campeonato al que van sean siempre un obstáculo. Sin embargo, el mayor freno para un futbolista es entender qué le pide su nuevo entrenador y si está capacitado para ello. El fichaje que más ilusión le hizo al director deportivo del Sevilla fue conseguir la cesión de Hannibal Mejbri. Intentó su incorporación en verano e insistió meses después. Piensa que en el Sevilla encajaría por su facilidad para ocupar mucho campo desde la medular y con una buena llegada al área gracias a su fuerza y técnica con el balón controlado. Eso era la teoría. En la práctica, el tunecino no está contando con la confianza de su entrenador. Quique prefiere otros jugadores por delante del número 46. Hay algo en su forma de jugar que en estos momentos no ve adecuado para el Sevilla. Y eso va desde los entrenamientos a los propios partidos. «Hannibal sigue trabajando y esforzándose al máximo para adaptarse», contestó Quique en su última rueda de prensa. En Mestalla saltaba al campo para perder tiempo. No tiene oportunidades.
Evidentemente, el jugador se siente frustrado. Habla habitualmente con Víctor Orta, quien trata de ser un apoyo para los jugadores que no encuentran sitio en el equipo, más aún cuando se trata de un jugador joven y en el que él mismo ha puesto toda su confianza. Quique le pide lo mismo que ahora a Sow u Óliver Torres, jugadores que hacen de interiores y que terminan desfondados los partidos. Necesita que la misma alegría con la que se pueda sumar al ataque también la tenga en el retorno defensivo. Pero no es un problema de actitud, sino de forma de jugar. Hannibal está acostumbrado a que el balón pase por sus pies. A dominar el ritmo del juego y a que sus compañeros le busquen. En el Sevilla no ocurre. Juego rápido, sin lucimiento personal, buscando que Isaac o En-Nesyri hagan daño con espacio. Simple. Aun así, le está costando.
Porque el entrenador ha optado por un sistema que no sólo perjudica al tunecino, sino que hay otros jugadores que también se ven sacrificados. Como Suso. El gaditano es un cambio habitual en el segundo tiempo. En partidos de alto voltaje o ritmo vertiginoso se termina diluyendo. Como Hannibal, necesita contacto con el balón, tenerlo unos segundos, no soltarlo al mínimo acoso del rival. Los mediapuntas o los extremos están ahora condenados a readaptarse. Cuando regrese Lukebakio, deberá amoldarse a jugar en doble punta. O que Hannibal siga el ejemplo de Óliver Torres y haga lo necesario para ayudar desde donde le toque. La experiencia del jugador del United en Nervión no está siendo positiva. Puede pensar que se ha equivocado. Quique no mira los apellidos. Busca rendimiento. Y, de momento, Hannibal no se lo da.