No sería fácil ni siquiera para un club institucionalmente fuerte, manejar una crisis reputacional como la que ha provocado Rafa Mir. Para el Valencia, una entidad que sobrevive a la cicatería de su máximo accionista, y las ‘maniobras evasivas’ de sus ejecutivos, puede ser un golpe definitivo en una temporada que arrancó con excesivas dudas.
El Valencia valoró el despido del jugador, pero arguye
argumentos legales
-desproporción entre los hechos demostrados y la sanción-
y económicos
-se expondría a una indemnización muy elevada- para optar por imponerle la
multa que marca el convenio por una falta muy grave
(saltarse el régimen interno y el perjuicio para la imagen). Además, de que también sería discutible tomar una decisión sobre unos hechos aún no demostrados
vulnerando el derecho a la presunción de inocencia
.
Tener en la plantilla a un trabajador
en libertad provisiona
l, investigado por un
presunto delito de agresión sexual
no es una situación normal, aunque el
Valencia
ya tuvo a
Santi Mina
en unas circunstancias muy parecidas. Eso sí, con mucho menos foco mediático, hasta el punto de que lo traspasó al
Celta
antes de que se abriera la causa que acabó condenándolo. En cualquier caso,
no se puede atribuir ninguna responsabilidad al club
de los hechos que ha cometido el futbolista y que investiga la jueza.
Pero sí del modo en que debe intentar frenar sus consecuencias. Una vez más, la parte deportiva del
Valencia
ha estado muy por encima de la institucional.
Baraja
apartó al jugador,
le recriminó su actitud en privado y en el vestuario, advirtió al resto
, y manda al futbolista dos partidos a la grada, como mínimo. Y aún tiene que dar una rueda de prensa el sábado. A
Pepelu
, que se acaba de estrenar como capitán, le tocó ser la primera voz, rayando la sobreactuación, en propinar un mandoble a un compañero de vestuario,
ante la ausencia de un mensaje institucional contundente
en una comparecencia pública. Está por ver cómo se manejará esa relación en el futuro, pero no parece la más apropiada para evitar fisuras.
Colista y con un punto, el
Valencia
necesita una reacción enérgica para no caer arrastrado a un escenario desconocido: el de verse
hundido en la clasificación
desde el principio. Porque en esas situaciones es más fácil que afloren los
reproches, las dudas y las crisis
de autoridad:
un cóctel explosivo para un club sin patrón
.
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